jueves, 17 de mayo de 2012

Alguien lo sabe

Laura S. no sabe su edad. Quizás nació en diciembre, o en enero, o a lo mejor la recibió el primer frío de abril, del año 1974, o 1975, o 1976. Alguien lo sabe. Ella no. 

Hay de todo: partida de nacimiento falsa, historias parciales, silencios necios. Silencios.
Laura tuvo una mamá y un papá. Alguno tenía la piel clara, los ojos rasgados, la boca de labios grandes. Casi seguro que la mamá tenía el pelo enrulado, con esos rulos muy pequeños que parecen repetirse como en una pintura.

Laura preguntó en todas partes. Dos personas tienen la llave, pero callan. Entonces hay que girar por todos los ministerios, las agencias del gobierno, las ONG, los abogados, el amigo de algún amigo que recuerda algo.

Laura recuerda un Ford Falcon verde que la sigue, hace mucho tiempo, desde esa edad en la que nadie recuerda nada.

Hay una estepa del dolor, ahí donde se funde el espanto con el coraje, y el lamento se tramita en la noche, con la guardia baja del sueño, y por eso los sobresaltos en medio del viaje.

Laura S. me contó todo de golpe, como uno de esos directores que cargan la película en su mente, cuadro por cuadro, con cada diálogo y cada mirada. Por eso la emoción se traslada como si el que la cuenta no participara del hecho. Yo la escucho. La escucho seguido, mirando fijo y repitiendo fechas, negativas, llamados telefónicos. Yo la veo detrás de una puerta, furtiva, escuchando que es adoptada, corriendo de vuelta a su habitación para jugar en otro mundo. Yo apenas conozco a Laura S., pero tengo un amigo.

Tengo un amigo. Entonces todo se resbala. Llamo a alguien que llama a otro, y la rueda da el giro nuevamente, para avanzar esta vez, ansiosa de rumbo y fin.

Ser libre también significa conocer nuestra identidad. Algo que en la mayoría de los casos es un proceso implícito, para otros se transforma en una serie de puertas que se espejan continuamente.

Yo soy un instrumento. Encendí una luz que quizás le permita a Laura S. ver mejor. Para que yo vea mejor. Para que todos y cada uno de nosotros pueda develar vida. El azar, a los que hacen cosas malas, casi siempre les juega en contra. Que así sea.


Over.

 

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