martes, 7 de agosto de 2012

La otra arena.




-         Es como que todo se me mezcla
-         Como arena en la memoria.
-         Gente y caras y nombres, es difícil.

Claro que es difícil, puedo ver la palabra difusa en tus ojos, buscándome y conociéndome por momentos, ¿quién soy cuando dudás de mí? Me hablás y enseguida ya te perdiste, y yo te miro la frente y mi cerebro imagina tu cerebro, señales que se apagan. Te hablo un poco en inglés porque te gusta, y vos impostás el acento sureño de los Estados Unidos, pero en realidad hablás bien, conjugás a la perfección, se te nota que te das cuenta. Pero te irás, ahora o en diez minutos, y yo no habré sido más que una secuencia perdida, un eslabón que te impide volver porque ya no se encadena a nada. Saltos en el tiempo.

-         Sabés, es un peligro no acordarse de la cosas. Estás preso. A veces me pregunto quién se acordará de cosas que yo sólo viví.

Me quedo boquiabierto mientras te perdés en las palabras. ¿te das un idea de lo que acabaste de decir? Te pregunto:

-         ¿Te das una idea de lo que acabaste de decir?

Y me guiñás un ojo. Pienso en tantas cosas. Quien ve lo que queda perdido con la muerte del que observa. Yo sólo en mi habitación y una sombra que se confunde. Nadie lo habrá visto ni lo verá, y al morirme me iré con todo eso. Berkley hablaba del último observador, de Dios, claro. Sí, pero en medio. Quién guarda todo. Quis custodiet ipsos custodes. Quiénes ven a los que ven.


Over.
 

No hay comentarios: