sábado, 27 de marzo de 2010

Maite Zaitut, bihotz



¿El amor es la estepa o es la estepa el desamor? Estepas, nieve, desiertos, lagos en el fin del mundo, escenarios de Julio Medem, el cineasta vasco más interesante que haya dado la Península Ibérica. Sí, ok, las hipérboles siempre son erróneas. No me importa.

La última película que mis ojos pudieron sentir, es Caótica Ana, de agosto de 2007. La crítica (la paga y no paga), se puso de acuerdo: el film no es muy bueno, demasiadas digresiones, mucho hincapié en las imágenes y pobre estructura de argumento, bla, bla, bla y bla.

La película es hermosa, pero casi como un mantra inaudible, quien no ingresa en la belleza ofrecida, sólo ve superficies, reflejos, colores. Que es una película sobre estados hipnóticos es claramente obvio. Se divide en actos que van del 10 para atrás. Pero eso es un primer engaño. Como el poema de Poe, la película no es más que un estado hipnótico dentro de otro, y así a la manera de las matrioskas rusas, hasta que al final, como en el cuento de Lucía y el Sexo, se llega al centro y se cae para volver a empezar.

¿Por qué es una película – Medem? Porque hay jóvenes, amores rotos, búsquedas surrealistas, arte, conversaciones montadas en una fantasía cuasi adolescente, encuentros, muertes y la negra sensación de que no hay finales felices. Desde la Ardilla Roja en adelante, el mensaje vagabundea alrededor de un tópico preocupante: Nos preparamos para ser jóvenes y lo que viene después es la simple necesidad de participar en el teatro para que los próximos jóvenes vuelvan a la función. No hay retorno, no hay salida, el amor es brutal y caótico, te eleva al máximo tolerado por tus pulmones y esos cinco minutos son el nirvana permitido en esta vida. Detrás quedan los pozos y los faros de Lucía, para darle lugar a los viajes ancestrales de una niña mujer.

Todo debe consumirse en pocos años, de los veinte a los treinta, digamos, porque el mundo es de ellos, después es imitación o hacerse el distraído.

Ana, el personaje, sonríe todo el tiempo, llena de vida y terror. Una mujer que no puede soñar dormida y que se encuentra con el hombre que no puede dormir. Una insoslayable parábola sobre el insomnio del amor, que se funde, famélico, cuanto más se lo aviva.

A nadie le va a gustar esta película si no acepta ser inducido a abrir las puertas de piedra. Para eso no han encontrado cambio: sin la voluntad, no se logra nada.


Over.


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