jueves, 18 de marzo de 2010

Todo recto hasta el fin del mundo.








Hay varias cosas que le juegan en contra a este libro. La primera es el tamaño de la foto del escritor en la solapa, digna de una fotonovela de los 70`s (al menos en la edición de Anagrama). La segunda, es la opinión del propio autor sobre la novela, en donde aclara que “no se trata de una novela de amor, ya que de ser así, no se hubiera escrito.” La tercera – y menos considerable – es la forzada intención de la editorial de hacer pasar como novela una perfecta nouvelle mucho más breve que El Perseguidor.

"Mil veces buscó los ojos de ella, y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de danza triste, secreta e impotente. Hervé Joncour la bailó hasta muy tarde."

Hay varias cosas que planean sobre lo frecuente de una obra breve. La primera, capítulos cortos que dan la sensación de espacio, haciendo que la sucesión de aros conforme una cadena firme y clara. La segunda son los diálogos cortos y precisos, sin lugar a largos discursos ni a especificaciones sobre los personajes al usar la palabra. La tercera – y clásica – es la sentencia final de cada capítulo, donde se debe equilibrar la idea de fin y redondez pero sin descuidar la necesaria continuación.

"- Nunca oí ni siquiera su voz.
Y después una pausa.
- Es un dolor extraño.
Quedo.
- Morir de nostalgia por algo que no vivirás jamás."

Por último, hay varias cosas que hacen de esta novela, un placer. La primera, la engañosa simplicidad del argumento, donde Baricco, con gran habilidad, les da luz a cuestiones de trascendencia existencial en la vida de un hombre. Logra que un escenario decimonónico no acuse vejez ni adultere la intención del autor: narrar la vida de un hombre y terror de sus deseos inconclusos. La segunda, la imposición de un estilo en una historia cuyo argumento adolece de sustento o ramificaciones, haciendo uso de la repetición, la poesía en prosa, la caducidad de lo establecido, el desapego a la rigurosidad literaria, la inestabilidad de formas y conceptos. La tercera – y la más agradable – es la certeza de estar observando la aparente fortuna de un hombre cuyo equilibrio se manifiesta como un ineludible "aquí y ahora", atada a una posible advertencia oriental que rezaría más o menos así: “Tendrás todo, pero no todo a la vez, y sólo lograrás lo nuevo, perdiendo algo bello a cambio”. Habrá que ver si la ecuación sale a cuentas. Si el bovarismo no es una ruta a la que se ingresa, con y sin intención, desde la felicidad o desde la más honda ruina.

"Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que les gusta "asistir" a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de "vivirla"."

Over.



Pd:
"- Estabas muerto.
Dijo.
- Y no quedaba nada hermoso en el mundo."


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