sábado, 13 de noviembre de 2010

El otro Ludwig



Claro, la dificultad no reside en la extensión sino en la brevedad de las sentencias, y así Wittgenstein, en vez de llenar hojas y hojas con razonamientos, sólo publica el resultado final de sus juicios. Y está bien, porque nos obliga a odiarlo, a hundirnos en la incomprensión para que una vez ahí luchemos para analizar sus ideas y apoyarlas, aplaudirlas o refutarlas.

Ya Bertrand Russell nos avisa en prólogo a la edición inglesa, que la idea del Tractatus es la de analizar las condiciones para un lenguaje perfecto, pero sabiendo de antemano que eso es imposible, y que en realidad la intención es lograr el más pleno acercamiento a tal perfección.

Cuando Russell nos comunica que el hecho de que yo diga que el sol va a salir mañana es simplemente una aseveración basada en que el sol salió ayer y anteayer y que lo “mas probable” es que salga mañana, no hace más que citar las líneas 6.36311 y 6.37 del Tractatus, las cuales rezan respectivamente: “Que el sol vaya a salir mañana es una hipótesis; y esto quiere decir: no sabremos si saldrá.” “No hay una necesidad por la que algo tenga que ocurrir porque otra cosa haya ocurrido. Sólo hay una necesidad lógica.”
Por tanto, el lector cuya memoria es indomable, compartirá conmigo esta alteración a la sentencia borgeana: “La lógica es una abuso de la estadística” Y la navaja de Occam es el ejemplo más caro a esta declaración.

Por caso, Guillermo Martínez ya nos hablaba de la refutable serie lógica. Si anoto los números 1,2,3 y 5 y pregunto cual falta para completar la serie, es casi unánime la elección por el número 4. Eso sería en el caso de que la serie quiera representar la sucesión de números naturales enteros. Pero esa elección no responde a ninguna lógica arquetípica, si es que de algún modo existe tal forma.

Volvemos a al Tractatus. Cuando leemos en la línea 4.11 que “Una obra filosófica consta esencialmente de aclaraciones”, creo que entendemos la declaración de principios con la que Wittgenstein encara su obra.
Por otra parte, el autor nos habla de la necesidad de tener un solo nombre para cada elemento, y de allí se desprende la línea 4.0412: “Las proposiciones “p” y “~p” tienen sentido opuesto, pero les corresponde una y la misma realidad.”

En esto último advierto una fisura, si se quiere, pero la voy a utilizar para aplicarla a la férrea matemática que simula ser un Titanic de las ciencias. Es que, ¿cómo podemos refutar la proposición: “6-3=3”? Pues bien, el nudo está en el símbolo, ya que todo número es representación, y el “6” como signo autártico e independiente es simplemente un error de concepto. Aquí entra la filosofía o la literatura, quién sabe, pero infantilicemos el razonamiento y propongamos que si tengo 6 manzanas y alguien me quita 3, entonces me quedan 3 manzanas. EL fondo no está en la cantidad sino en la esencia. ¿puedo hablar de 6 manzanas exactamente iguales en su esencia? ¿Podría ser que al quitar tres manzanas no pueda real y precisamente afirmar que me quedo con 3? Wittgenstein lo soluciona, a través del lenguaje, con el nombre “manzana”. Pero si salimos del lenguaje, ¿podemos hacer lo mismo?

Sí, ya lo sé, la pregunta no la omití a propósito, simplemente la dilaté: ¿Podemos salir del lenguaje?



Over.


No hay comentarios: