viernes, 7 de enero de 2011

No está más.






En Buenos Aires, en el barrio de Flores, hay una calle cuyo nombre identifica a un país que ya no existe (y que existió a la fuerza). Hablo de la calle Checoslovaquia, que dura sólo doscientos metros y va desde el 4300 al 4500. Todos hablan de ese país que ya no es, disuelto en 1993, y que dio lugar a lo que quizás siempre debió ser: Eslovaquia, por un lado, y la República Checa, por el otro.

Vivir en una calle que nombra un país que ya no existe. Si le cambiaran el nombre, está claro que no podrán elegir entre los dos nuevos estados, habría conflictos diplomáticos, esos que justifican los sueldos a los embajadores, cónsules y la mar en coche.

De paso recuerdo que Tini preguntó una vez algo al respecto: Si yo nací en Praga, cuando era Checoslovaquia, ¿ahora soy checa? ¿Puedo decir que fui checoslovaca? Si cambia el nombre el lugar donde nací, ¿cambia mi nacionalidad? Y después segúía la conversación. Siempre seguía todo.


Over.

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