(Jorge Luis) Borges atribuye a su padre (Jorge Guillermo), la
elaboración de una teoría psicológica sobre la memoria. En resumen,
dicha teoría propone que cuando uno recuerda un episodio de su vida, y a
la vez, este recuerdo se repite en el tiempo, lo que recordamos, en
realidad, es “la última vez que evocamos dicho recuerdo”.
Exempli gratia:
me caigo de la bicicleta a los ocho años y me quiebro la pierna. A los
nueve años recuerdo ese hecho. A los diez años, ya no recuerdo
directamente lo que me sucedió a los ocho, sino lo evocado a los nueve,
razón por la cual, en cada reminiscencia, se pierde o se agrega algo.
Todo recuerdo es una construcción, eso lo ya sabemos.
Aunque
entrañable, Borges no acertaba a la hora de honrar a su padre con el
supuesto descubrimiento de ese curioso mecanismo de la memoria.
Cuatrocientos años antes de la llegada de Cristo (o ese istmo religioso
que parte a la historia en dos), el griego Tesalo había sugerido una
observación muy similar.
En Escritos II (Gredos) (S. IV a.c.), se lee: “Los
días del sol y de la noche, las horas y los minutos que nuestro cuerpo
ocupa en esta vida, se arman de memorias y pasado, urgiendo al presente a
llegar al futuro. Se repiten esos recuerdos, pero nunca vuelve el
arquetipo. Nos duele una muerte, pero el dolor se traslada en el tiempo,
en nuevos sentimientos cada vez. Percibimos, a lo lejos, un acto
primitivo, pero nunca volvemos a él. Vive otra vez cada vez que lo
recordamos, pero ese recuerdo es nuevo, y sólo se une al anterior.
Recordamos lo que recordamos por última vez, sin el poder ni gracia de
saber, siquiera, cómo fue tal evento en realidad. Si es que fue.”
De
manera más acabada, Tesalo parece anunciar lo que en el siglo XX se dio
en llamar la importancia del sentir. Expuesto en otros término, esa
noción de no importar si algo sucedió o no, dándole importancia a lo que
se siente. Básicamente: “qué importa, para el concepto de dolor, si me
golpee o no la cabeza, cuando mi problema es que me duele.”
No
obstante, y esto corre por mi cuenta, tampoco creo que Tesalo haya sido
el primero en observar lo que anotó en sus Escritos. No debe haber
pasado demasiado tiempo, desde que un hombre pensó en la posibilidad de
que sólo “recordamos lo que recordamos por última vez”, como una carrera
de postas, inmóvil y lineal. He dicho.
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