Entra la nieve oscurecida de noche, por la ventana mal
cerrada, y de repente la magia es agua. Una mujer grita detrás del piano. Estoy
anclado en lo que supuse. Ahora necesito tomar una posición frente al poema de
Gianuzzi. Ya dije algo al respecto. Hablé de su obra como quien habla de la
infancia. Así de grande y vago. Pero ahora son estas palabras:
EL PUESTO DEL GATO EN
EL COSMOS
Uno siempre se equivoca cuando habla del gato.
Se le ocurre por ejemplo que junto a la ventana
el gato se ha planteado en el fondo de los ojos
un posible fracaso en la noche cercana.
Pero el gato no tiene un porvenir que lo limite.
A uno se le ocurre que medita, espera o mira algo
y el gato ni siquiera siente al gato que hay en él.
¿Cómo admitir detrás del movimiento de la cola
una motivación, un juicio o un conocimiento?
El gato es un acto gratuito del gato.
El que aventure una definición debería
proponer sucesivas negaciones al engaño del gato.
Porque el gato, por lo menos el gato de la casa,
particular, privado e individuo hasta las uñas,
comprometido como está
al vicio de nuestro pensamiento
ni siquiera es un gato, estrictamente hablando.
Protesto. La nieve es agua, eso ya lo dije. Pero no dije que
la palabra gato y la palabra sensatez se llevan muy mal. O lógica, o
racionalidad, o lo que sea. Por eso, cuando leemos esta línea Pero el gato no tiene un porvenir que lo
limite, nos golpea Borges con esa sentencia en El Sur: (…) porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico
animal, en la actualidad, en la eternidad del instante. Y dudamos como
dudamos entonces, cuando le suprimíamos memoria al gato, y todo quedaba
reducido a los reflejos y el instinto. No señor, es como destruir una efigie o
un relicario, anularlos de sentido. Peor aún, es la tragedia de no comprender,
y así llevarlo a una seca y pobre lógica.
Veamos, cuando escribe:
El gato es un acto gratuito del gato, podríamos remplazar la palabra gato y
arriesgar cualquier otra cosa: hombre, mujer, amor, injusticia, etc. Inmolar la
gratuidad del ser en esa línea es reprobable. Sí, señor. Y por qué no forzar la
declaración: nuestro pensamiento es un
vicio del gato, y que me vengan a acusar de lo que sea. Al final de cuentas, Joaquín, tenías razón: Uno siempre se equivoca cuando habla del gato. Siempre.
Por eso, quizás por todo lo anterior, me sigue ganando este
otro poema de Gianuzzi, más cercano y genial. Mucho más soberbio.
Fábula
El muerto movió los pies en el ataúd.
Todos los vimos, pero la mosca huyó de la mejilla
Espantada por ese desatino de la creación.
¿Un accidente de la materia? ¿Un resto de memoria humana
En la congelada estructura del átomo?
Por alguna razón no merecemos la revelación de las cosas
secretas.
Por eso concluimos, mientras lo enterábamos:
El pobre estaba tratando de inventarse un lenguaje.
Over.
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