miércoles, 3 de febrero de 2010

Dos en uno, dos no son uno, uno y vos.









Ya era tarde, y encima el calor tan degradante, pura injusticia, el gato y la coca-cola light.

Me cuenta: hoy tuve un paciente que me preguntaba sobre la evolución de su enfermedad, y quería saber si se iba a curar definitivamente. Pero antes de que le conteste, me dice: doctora, yo siento que no me voy a curar, y usted no me lo diría nunca, porque si me dijo que me iba a poner bien, no me puede mentir ahora. Así que si me dice que me voy a curar, no le voy a creer.

Me quedé absorta, qué tal la palabra, dice Ceci, como que me reí y el paciente se rió y yo lo único que le pude decir es: entonces no hay salida.

No hay salida, dijo Ceci, y yo repito: no hay salida. Un eco a destiempo nos equilibra casi absurdamente. No tan absurdo como el quimerismo, le arrojo.

Ceci ya me ve venir, me anticipa con dulzura, cara de maestra ante alumno curioso. El quimerismo es un mito médico, alucinante dirías vos, con una teoría muy convincente, te diría yo, pero un mito. ¿Un mate o un mito? Me pregunta sagaz.

Mate y no jaque, le respondo tontamente, y qué receptor se abre para abrigarte, Ceci, qué flor cerebral me obliga a no dejar de desearte. Yo no te pregunto nada, Ceci, porque me anticipás dulcemente y por algo callás. Por ese pueblo, alguien en ese pueblo, tu pueblo pasado y los años que jamás nos cruzaron.

Mate, Ceci. Mate.



Over.


No hay comentarios: