Esta es la entrada Nº 600. O el post Nº 600. Es decir, nada. O 600 posts.
Foto de algún lugar en Berlín. Me honra el aniversario.

Over.
¿El amor es la estepa o es la estepa el desamor? Estepas, nieve, desiertos, lagos en el fin del mundo, escenarios de Julio Medem, el cineasta vasco más interesante que haya dado
La última película que mis ojos pudieron sentir, es Caótica Ana, de agosto de 2007. La crítica (la paga y no paga), se puso de acuerdo: el film no es muy bueno, demasiadas digresiones, mucho hincapié en las imágenes y pobre estructura de argumento, bla, bla, bla y bla.
La película es hermosa, pero casi como un mantra inaudible, quien no ingresa en la belleza ofrecida, sólo ve superficies, reflejos, colores. Que es una película sobre estados hipnóticos es claramente obvio. Se divide en actos que van del 10 para atrás. Pero eso es un primer engaño. Como el poema de Poe, la película no es más que un estado hipnótico dentro de otro, y así a la manera de las matrioskas rusas, hasta que al final, como en el cuento de Lucía y el Sexo, se llega al centro y se cae para volver a empezar.
¿Por qué es una película – Medem? Porque hay jóvenes, amores rotos, búsquedas surrealistas, arte, conversaciones montadas en una fantasía cuasi adolescente, encuentros, muertes y la negra sensación de que no hay finales felices. Desde la Ardilla Roja en adelante, el mensaje vagabundea alrededor de un tópico preocupante: Nos preparamos para ser jóvenes y lo que viene después es la simple necesidad de participar en el teatro para que los próximos jóvenes vuelvan a la función. No hay retorno, no hay salida, el amor es brutal y caótico, te eleva al máximo tolerado por tus pulmones y esos cinco minutos son el nirvana permitido en esta vida. Detrás quedan los pozos y los faros de Lucía, para darle lugar a los viajes ancestrales de una niña mujer.
Todo debe consumirse en pocos años, de los veinte a los treinta, digamos, porque el mundo es de ellos, después es imitación o hacerse el distraído.
Ana, el personaje, sonríe todo el tiempo, llena de vida y terror. Una mujer que no puede soñar dormida y que se encuentra con el hombre que no puede dormir. Una insoslayable parábola sobre el insomnio del amor, que se funde, famélico, cuanto más se lo aviva.
A nadie le va a gustar esta película si no acepta ser inducido a abrir las puertas de piedra. Para eso no han encontrado cambio: sin la voluntad, no se logra nada.
Over.
Este post es como el demo de este otro. O al revés, quién sabe.
La lluvia pasa por mis ojos a pocos metros, la ventana apenas abierta, pero el ruido viene de abajo. La imagen y el sonido mienten, uno de los dos, miente, yo lo sé, qué me importa, qué puede importarme acaso la falsa unión de mis sentidos.
Sería así, creo, con la ventana apenas abierta, le agrego la lluvia y el ruido de la calle, y camino suave como en la infancia frente a la piscina, jugando a no saber que se acaba el suelo.
Taladrado por las drogas y el alcohol, Chet Baker ya no era Chet Baker, y si hoy tuviera los 80 años en los huesos, tampoco sería él.
El saldo de su cuerpo se cansó para siempre aquella tarde en Amsterdam, y la crónica oficial está bien: “Se cayó (¿o se lanzó?) desde una ventana del tercer piso del hotel donde se alojaba.” Todo mito exige dudas. Chet Baker.
Almost meLet's get crossed off everybody's list
"Mil veces buscó los ojos de ella, y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de danza triste, secreta e impotente. Hervé Joncour la bailó hasta muy tarde."
Hay varias cosas que planean sobre lo frecuente de una obra breve. La primera, capítulos cortos que dan la sensación de espacio, haciendo que la sucesión de aros conforme una cadena firme y clara. La segunda son los diálogos cortos y precisos, sin lugar a largos discursos ni a especificaciones sobre los personajes al usar la palabra. La tercera – y clásica – es la sentencia final de cada capítulo, donde se debe equilibrar la idea de fin y redondez pero sin descuidar la necesaria continuación.
"- Nunca oí ni siquiera su voz.
Y después una pausa.
- Es un dolor extraño.
Quedo.
- Morir de nostalgia por algo que no vivirás jamás."
Por último, hay varias cosas que hacen de esta novela, un placer. La primera, la engañosa simplicidad del argumento, donde Baricco, con gran habilidad, les da luz a cuestiones de trascendencia existencial en la vida de un hombre. Logra que un escenario decimonónico no acuse vejez ni adultere la intención del autor: narrar la vida de un hombre y terror de sus deseos inconclusos. La segunda, la imposición de un estilo en una historia cuyo argumento adolece de sustento o ramificaciones, haciendo uso de la repetición, la poesía en prosa, la caducidad de lo establecido, el desapego a la rigurosidad literaria, la inestabilidad de formas y conceptos. La tercera – y la más agradable – es la certeza de estar observando la aparente fortuna de un hombre cuyo equilibrio se manifiesta como un ineludible "aquí y ahora", atada a una posible advertencia oriental que rezaría más o menos así: “Tendrás todo, pero no todo a la vez, y sólo lograrás lo nuevo, perdiendo algo bello a cambio”. Habrá que ver si la ecuación sale a cuentas. Si el bovarismo no es una ruta a la que se ingresa, con y sin intención, desde la felicidad o desde la más honda ruina.
Over.
'
Todo lo que quieras:
El atlántico ida y vuelta
Las cartas a destiempo
El señuelo del tiempo
que nos desarma
Las horas que nos desaman
Somos el puente y el abismo
asociados al País,
cargados de días sin deseo
Ok, todo lo que quieras,
pero vos sos siempre alguien
a las dos de la mañana,
llamando porque no podés más,
¿te das cuenta?
Over.
I shall meditate upon normality.
I shall meditate upon my little son.
He does not walk. He does not speak a word.
He is still swaddled in white bands.
But he is pink and perfect. He smiles so frequently.
I have papered his room with big roses,
I have painted little hearts on everything.
I do not will him to be exceptional.
It is the exception that interests the devil.
It is the exception that climbs the sorrowful hill
Or sits in the desert and hurts his mother's heart.
I will him to be common,
To love me as I love him,
And to marry what he wants and where he will.
Cuando Brown escribe: “Little time eternity by your eyes / Nightmare a day without them”, no hace más que confirmar la idea que todos ya aprendimos: la espesura del tiempo es una vaguedad para el amor. Nadie ama por haber amado ni deja de hacerlo por el poco tiempo ejercido. Es ley que de nada sirve interponer una suma de días para evitar la extinción de de una pasión.
Pasión, that’s the question, my friend. Las relaciones humanas sólo se sostienen por el ardor que las aviva, y sí, de una forma u otra, el tándem thanatos/eros siempre encuentra su lugar después de toda reducción.
Hay una profusión del hoy que echa por tierra todo tipo de lealtad entendida de antemano. Que sea bueno contigo porque lo has sido conmigo, es una contingencia que no se basa en un equilibrio preexistente. Invocar esa figura es restarle valor o fuerza al acto. Soy bueno contigo porque soy bueno. Por caso, tampoco me redime la generosa entrega de cualquier avaricia pretérita. El pecado y el perdón son dosis que las religiones occidentales han aprendido a suministrar. No existe tal cosa. No hay redención ni castigo eterno. Ser libre es mucho más costoso de lo que parece, eso se sabe.
Cuando en la obra de Esquilo, Perneas le dice a su amado: “Oh, Skenea, no han visto mis ojos otras mañanas que las que tu cuerpo prometía / No ha tocado este corazón ninguna intriga, ninguna duda / doce años cegados a tus manos, inspirada por tus palabras / viva para ti / y tú para mí / me lo has dicho / yo lo escuché de tus labios / nada de lo que digas puede ser así”, hace lo que todos hacemos, anular el presente por el resabio de lo dicho. Claro que nunca recordamos la velocidad que nos llevó de la ignorancia a la adoración del ser amado. Como el mito del golem, ese soplar el barro para darle ánima al cuerpo. De la nada y de repente, somos otra cosa. Y de la nada y de repente, nos alejamos de ese faro que alguna vez iluminaba y hoy es sólo una torre de cristal, sin sentido, en la costa.
A riesgo de vulgarizar el texto, sólo sé que hay que ser bueno todo el tiempo con todo el mundo, por el simple hecho de ser bueno, por el simple hecho de que tal acción nos reditúa placer. El mismo placer de ser malo con quien se lo merece. No hay que desmerecer al odio y sus armas. Sea bueno o sea malo, a nadie le importa más que a usted.
Ya marcaste todos los números:
larga distancia y equivocado