viernes, 25 de noviembre de 2011

Le queda chico!






Al nivel de varios chacales nazis, este genocida justificó sus actos hasta el último momento. No pidió perdón por nada ni por nadie, y encima lloró en el juicio.
Pero después del llanto no vino la bala, como les sucedió a sus vícitimas. Lo llevaron a una celda con todas las garantías. Nada de pegar tiros a gente atada. No se fusila a un hombre rendido. Matar a alguien atado a una silla te convierte en una escoria humana (¡vaya oxímoron!)

Hoy el mundo es un poquito más seguro.


Over.


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