lunes, 28 de noviembre de 2011

Sunset Park





Quizás Paul Auster sea uno de los pocos novelistas que ha entrado en mi vida sin presentaciones o alabanzas de otros escritores, virgen, yo todavía, de recomendaciones, críticas o fanatismos literarios. E ingresé por The Invention of Solitude, esa oda a su padre que conmueve. Y seguí por The New York Trilogy, y pasé por el inquietante In the Country of Last Things, y me detuve en Leviathan, acaso su mejor novela a la fecha, en una opinión donde la crítica y los lectores se ponen de acuerdo con toda justicia.

Hay muchos más, sí, pero la línea se empieza a dibujar después de Leviathan, y ahí es cuando empiezo a ver cómo aquella fascinación se ve rechazada por las obras que la siguen. Probablemente, A man in the Dark y Brooklin Follies lleguen al punto menos alto de su producción, y uno empieza a preguntarse si estamos ante un gran artista que ha puesto piloto automático, alguien que escribe o que trabaja de escritor.

Siento que los últimos años nos han advertido de no esperar una novela como las del primer párrafo, y a lo mejor sea esa limpia ansiedad las que nos permita disfrutar de pasajes todavía asombrosos en su obra.

Sunset Park comienza con una gran promesa, y nos lleva de las narices a esas primeras novelas, con cierto perfume de Smoke mezclado con las cartas que escribe Anna Blume desde aquella ciudad terminal. Comienza con una gran promesa, dije, pero pronto empieza a desintegrarse en una historia coral que va perdiendo su encanto a medida que avanza el texto. Con la idea de presentar cada personaje, como si cada uno de ellos tuviera que ser descripto y profundizado, la historia se va resintiendo hasta el punto de casi naufragar hacia la mitad de la novela.

Es cierto que Auster tiene el talento suficiente para evitar la catástrofe, y cada vez que intentamos abandonar el libro, sale a la superficie algún toque mágico, alguna reflexión que nos ayuda a seguir hasta el final. Por caso, que un tercio de la novela sea irrelevante, no es lo mismo que ese tercio abrume y opaque el resto. Quizás la intención general sea interesante, y la historia que se va encadenando tenga algún atractivo, pero inmersa entre tanta innecesaria cantidad de descripciones, nombres, datos y especulaciones, sentimos que se nos estás quitando tiempo sin sentido.

Que la idea circule alrededor de las relaciones entre padres e hijos, la culpa como motor adolescente para tomar decisiones riesgosas, o el espejo de la imposibilidad de tener alguna certeza ya sea por la juventud o por la vez, digo, todo eso no alcanza para desestimar lo arduo o superficial que se vuelve por momentos la novela. Y aún cuando eso pueda volvernos escépticos con relación a la producción futura de este gran novelista norteamericano, la verdad es que uno tiende a soportar el anhelo de que hay algo en sus obras que nunca terminará por abandonarnos del todo. Que así sea.


Over.

No hay comentarios: