Trae, vacía pero creciendo, amor la muerte cuando se abre.
No es la madera y la carne hundiendo en tierra el tiempo anterior. No es el
rezo ni tu grito. No es, más que otra cosa en el mundo, un calor sin sombra.
Sin sombra para siempre.
Alguien reza su amén ya distante o imposible en mi memoria,
previo a la dispersión de voces y caras y el tiempo corroborado en las nubes
que se mueven.
Levantar la mirada y aceptar que sigue girando la tarde,
desafiada vanamente por el cuerpo detenido.
Ya se habrán ido todas las manos de inútil sosiego, y dormirás
la noche, y volverá la mañana, y volverá la noche y te atará el sueño difícil y
alguien no llamará. Alguien escuchará tu historia, tú misma, como la de otro,
el leve recuerdo de otra vida. Porque el frío filo de las cenizas ya habrá
ajado tu mirada, tu mirada que me mira y ancla en la mía tu rabia, la falsa
flor de la vida arrancada.
Over.
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