jueves, 27 de diciembre de 2012

Pozo negro





                                                        Abro y abres: así no.

Pienso en la muerte, piensas en mí,
pienso en tus ojos que piensan la muerte
de tus padres derribados, juntos.
Ahora son todas las alarmas, los vidrios rotos,
las ambulancias y las pastillas, todos los demonios,
en este azul de fuego que se derrite entre tu manos.
Te pido, te pido, te pido, tres veces te pido, un poco más,
un día, unas horas, no apures la morfina, ya está, es mejor
Qué es mejor, qué plan, acaso, me ofreces con esa sábana,
Quita esa sábana de ahí, creo que quiere decir algo. Se mueve.

Pienso en ti, pienso en la muerte, pienso en la muerte de tus ojos
pensando en la muerte y este ridículo día de sol, tan fuera de escala.

Qué dulce es tu sombra, hoy, pájaro rubí, en este agosto de gatos y frío,
en este auge de tu cara en el recuerdo, en algún inútil cumpleaños feliz.

Me ves pensar sobre los restos, lo abandonado sobre la mesa.
Es infinita esta mirada que se estrella contra tus ojos que piensan la muerte,
como una risa en medio del calvario, rápidamente apagada.

Ya pasó, ya pasa, es como ponerse de pie dentro del agua, un poco afuera
El cuerpo dividido en dos tiempos y casi sin entender.
Sin entender por qué tanto silencio en este agosto de gatos y frío.
Sin poder responderte, mientras tu ojos piensan en la muerte,
Si se instalará por siempre esta incómoda sensación de felicidad.


Over.