Cuando Brown escribe: “Little time eternity by your eyes / Nightmare a day without them”,
no hace más que confirmar la idea que todos ya aprendimos: la espesura
del tiempo es una vaguedad para el amor. Nadie ama por haber amado ni
deja de hacerlo por el poco tiempo ejercido. Es ley que de nada sirve
interponer una suma de días para evitar la extinción de de una pasión.
Pasión, that’s the question, my friend. Las relaciones humanas sólo se sostienen por el ardor que las aviva, y sí, de una forma u otra, el tándem thanatos/eros siempre encuentra su lugar después de toda reducción.
Hay
una profusión del hoy que echa por tierra todo tipo de lealtad
entendida de antemano. Que sea bueno contigo porque lo has sido conmigo,
es una contingencia que no se basa en un equilibrio preexistente.
Invocar esa figura es restarle valor o fuerza al acto. Soy bueno contigo
porque soy bueno. Por caso, tampoco me redime la generosa entrega de
cualquier avaricia pretérita. El pecado y el perdón son dosis que las
religiones occidentales han aprendido a suministrar. No existe tal cosa.
No hay redención ni castigo eterno. Ser libre es mucho más costoso de
lo que parece, eso se sabe.
Cuando en la obra de Esquilo, Perneas le dice a su amado: “Oh,
Skenea, no han visto mis ojos otras mañanas que las que tu cuerpo
prometía / No ha tocado este corazón ninguna intriga, ninguna duda /
doce años cegados a tus manos, inspirada por tus palabras / viva para ti
/ y tú para mí / me lo has dicho / yo lo escuché de tus labios / nada
de lo que digas puede ser así”, hace lo que todos hacemos, anular
el presente por el resabio de lo dicho. Claro que nunca recordamos la
velocidad que nos llevó de la ignorancia a la adoración del ser amado.
Como el mito del golem, ese soplar el barro para darle ánima al cuerpo.
De la nada y de repente, somos otra cosa. Y de la nada y de repente, nos
alejamos de ese faro que alguna vez iluminaba y hoy es sólo una torre
de cristal, sin sentido, en la costa.
A
riesgo de vulgarizar el texto, sólo sé que hay que ser bueno todo el
tiempo con todo el mundo, por el simple hecho de ser bueno, por el
simple hecho de que tal acción nos reditúa placer. El mismo placer de
ser malo con quien se lo merece. No hay que desmerecer al odio y sus
armas. Sea bueno o sea malo, a nadie le importa más que a usted.
Over.
1 comentario:
Conmigo lo fuiste tanto. Echo de menos a alguien que me cuide (tanto), o sea, que te... Eso, que te.
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