Volvió la pequeña calle que giraba allí al final, casi tímida
de entrar en la avenida, de adoquines, creo, sí, y siempre húmeda. Volvió nítida
en sueños, dejándome fuera de escena, alto, como mirando un mapa. Los mapas personales
que no dejan fotos. Entonces me bajó una tristeza seca, plana, sin la más mínima
hondura, y esa angustia tan poco eficaz, imbécil, plástica, me empujó mucho
peor que la certeza de saberte fuera de foco para siempre
.
Ahora la eternidad es probable, por eso le huyo, como si los
años fueran una letanía de fuegos copiados, ardiendo sin altibajos. Porque se
puede mezclar Radiohead con Eduardo Rovira, pero esta sustancia que te invoca
es pura y final. Eso es alejarse, vivir en el tumulto y sin dejar huella. Ahí
lo encontré, sí señor, antes de despertar.
Over.
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