Hay hilos. Células atadas por hilos. Si las bañamos en
alcohol, los primeros que aflojan son los hilos. Después se afloja todo y se
pierde el sentido. Hay un momento en medio. Ahí Lina me dice que cuando era
chica vivía en una casa en el norte. Una casa cuadrada, bien italiana, y en el
fondo había un cuartito donde el padre guardaba herramientas oxidadas y tarros
de pintura. Hacia un costado, había una tapa de metal que al abrirla dejaba ver
la escalera que te llevaba al sótano. Le tenía terror a esa escalera. No sé,
decía, si el miedo es anterior a tantas películas, pero yo era chica, no puede
ser, más vale que las películas se basan en mi terror, en nuestro terror.
-
En nuestro terror - repite Tini, todo es un emergente,
toda obra artística.
-
¿Vos decís que ninguna obra de arte puede ser arquetipo
de lo que vendrá? – pregunto sin demasiada convicción
-
No, porque entonces el arquetipo somos nosotros mismos, y así emergería de uno como parte de la obra – responde Tini.
Muchos años después, yo tuve una conversación con Ceci, pero
entonces debería ser anterior, visto del modo que hablábamos. El arte moldea la
materia, pero no la crea. El arte no descubre, demuestra. Expone.
-
Para mí, las conversaciones sobre arte son una idiotez,
como las del amor – define Lina
-
Las conversaciones que buscan definirlos, no los temas
en sí – susurra Tini.
-
No sé.
Y sigue el no sé, de Lina, tan racional y tan verosímil. Pero
hoy qué, Lina, desde tu lugar y con los años quemados, qué pasa hoy, decime,
por dios decime, qué es todo esto.
Over.
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