Tendría que hablar de la Escuela de las Américas, del Plan Cóndor, de Kissinger, yo qué sé de cuanto debería hablar. Por suerte, llega esta peli, Matar a Todos, una coproducción argentina chileno uruguaya, países que se unieron para el arte y no para el genocidio de sus pueblos. Eso sólo, ya justifica el film.
Atravesada por los tiempos que sucedieron a las dictaduras, con caníbales aún vivos y otros tantos que sordamente los apoyan, la película se articula sobre el caso de un científico chileno que es secuestrado en Uruguay. Nada nuevo si no fuera porque las dictaduras ya habían pasado, y la justicia debería saber hacia dónde apuntar sus fusiles.
El científico en cuestión había sido uno de los responsables de la utilización del gas sarin en Latinoamérica, uso este último que no vio la luz a gran escala. Y por un descuido de sus captores, comienza a huir por un bosque cercano a una playa uruguaya, terminando su escape en una comisaría. El resto es de manual: comisario que llama a superior, superior que llama a superior, libros que se pierden, llamadas que se cortan, testigos que se “mueren”.
Toda la trama está sostenida por una fiscal, quien parece ser la única que huele algo extraño en la desaparición del científico.
Sï, se puede decir que la trama peca de obviedades: La hija rebelde del militar fascista, la historia de amor inconclusa con el compañero de lucha, la ceguera del poder político, el periodista aventurero, etc.
Sí, todo lo anterior está, pero también reluce la intención sostenida de un thriller que atrapa, animado por un caso real, y con algunas actuaciones y escenas muy dignas y conmovedoras. Un gran acierto del cine uruguayo, y un importante aporte al cine de los años de plomo de Latinoamérica, apoyándose en un tema poco conocido.
Atravesada por los tiempos que sucedieron a las dictaduras, con caníbales aún vivos y otros tantos que sordamente los apoyan, la película se articula sobre el caso de un científico chileno que es secuestrado en Uruguay. Nada nuevo si no fuera porque las dictaduras ya habían pasado, y la justicia debería saber hacia dónde apuntar sus fusiles.
El científico en cuestión había sido uno de los responsables de la utilización del gas sarin en Latinoamérica, uso este último que no vio la luz a gran escala. Y por un descuido de sus captores, comienza a huir por un bosque cercano a una playa uruguaya, terminando su escape en una comisaría. El resto es de manual: comisario que llama a superior, superior que llama a superior, libros que se pierden, llamadas que se cortan, testigos que se “mueren”.
Toda la trama está sostenida por una fiscal, quien parece ser la única que huele algo extraño en la desaparición del científico.
Sï, se puede decir que la trama peca de obviedades: La hija rebelde del militar fascista, la historia de amor inconclusa con el compañero de lucha, la ceguera del poder político, el periodista aventurero, etc.
Sí, todo lo anterior está, pero también reluce la intención sostenida de un thriller que atrapa, animado por un caso real, y con algunas actuaciones y escenas muy dignas y conmovedoras. Un gran acierto del cine uruguayo, y un importante aporte al cine de los años de plomo de Latinoamérica, apoyándose en un tema poco conocido.
Y hay que matar a todos.
Over.
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