domingo, 18 de noviembre de 2012

Tengo dos hijos. Uno murió.



Esta nouvelle de Bellatin es esencial para cualquier aprendiz de escritor. Digo, la facilidad con la que el autor construye el relato, requiere de talento.
Cuando uno comienza a leer la novela, siente una comodidad apasionante (eso es talento) y cuando quiere acordarse, ya ingresó en la pequeña historia que no abunda en personajes sino en pequeñas escenas narradas con precisión (eso es estilo).

Lo bueno de esta obra es que si se quisiera contar, no se podría: ¿Acaso logra interesar al alguien si digo que se trata de un ginecólogo que narra aspectos de su vida, a quien se le muere un hijo, y que recuerda la historia de un niño? No, claro, porque la clave está en la lectura. Si fuera cine, sería un cortometraje, de esos que pocos ven, y que son más complejos que un largo. Mucho más complejos.

En tan breve extensión, participamos de la vida opaca de un hombre que es la vida de tantísimos otros. Versión moderna de la existencia sistemática: nacer, estudiar, tener dinero, una esposa, dos hijos, abuelo, fin. Esa exposición no es mala en sí, claro que no, pero repite la nostalgia imposible de quien ha llegado a los sesenta años y ve que se va terminando la peli. Más aún: cuando algo quiebra ese pacto esencial que se ha hecho con la vida desde muy temprano.

La historia final, la que un niño le cuenta en su consultorio al ginecólogo, no se desprende de la narración central (si es que no funciona al revés). Con esa aquiescencia kafkiana pero sin atarse a esa condición, la historia opera como un resorte de la primera, donde queremos hallar conexiones (que quizás no existan) o jurar que no tienen nada que ver (y quizás estemos equivocados).

Damas Chinas es breve. Sospechosamente breve. Necesariamente breve.  


Over.

1 comentario:

Unknown dijo...

Lo compré hace unas semanas en una librería-canje de acá por $3, esa edición pequeña, pulcra, de anagrama. Vi algunas líneas de tu post y decidí leerlo. Es corto, lo terminé en un rato. Pero ahora me siento rara, no sé, se me secó la garganta, y el mundo parece un lugar en el que es indistinto estar o no estar.
En fin, muy bueno.