miércoles, 19 de noviembre de 2008

El caso de las hormigas




Por lo tanto, ante tanta insistencia y amimia de parte del chico nuevo de Tini, con Lina le preguntamos si él sabía si las hormigas tenían corazón. El chico nuevo dio por sentado que sí tenían, ya que de otro modo no podrían vivir. “No creo que sea tan complejo o desarrollado como el nuestro, claro”, dijo el chico nuevo. Lina aclaró: “como el tuyo, dirás, porque el mío te aseguro que es muy básico”. A Tini le molestó el comentario, y tenía razón.

“Las hormigas deben tener un corazón, pero qué me dicen de los ácaros”, dije por decir algo. “¿Qué son los ácaros?” preguntó Tini. “Unos bichitos tipo las pulgas, que viven de cualquier cosa y hay un montón y te dan una alergia fenomenal”, dijo el chico nuevo. “Entonces vos sos un ácaro”, me dice Lina. “Soy Icaro, no ácaro, mademoiselle”. “Icaro” repite el chico nuevo. “Y si caigo sobre ti, se queman mis brazos, sería un sésil aferrado a tus piernas”, digo, porque justamente había aprendido el significado de la palabra sésil. “Aferrado a mis piernas, ¡puaj!”, dice Lina.

No pasó nada más. Sigo sin saber si las hormigas tienen corazón, aunque es lo más probable, y sé que yo tengo corazón, y quizás por eso me acuerde tanto, todo el tiempo. Todo el tiempo.



Over.

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