sábado, 1 de noviembre de 2008

Epílogo






Terminas de beber y miras el fondo de la copa. El cóncavo reflejo no te falla. Fiel, te deforma y te repite. Baja el día y sabes que la luz se llevará la imagen. Subirá la oscuridad, la noche, y entre tus ojos y el cristal se levantará una tela invisible que lo detendrá todo. Pero lo sientes, sí, no dudas que tu rostro te mira, agazapado, desde el fondo. En esa recíproca ausencia, dejas que giren, libres, todas las imágenes que te buscan.

Piensas en letras, palabras, oraciones, párrafos. En Ana Bloom que envía correspondencia desde ese lugar donde las cosas un día están y al otro día desaparecen. Ella ha viajado lejos, (deseas que sea lejos), en ubicuo tiempo y espacio que igual se evapora en el mapa. También llega Demetrio Rota, que entre puzzles y basura, entre viajes que no cesan, busca una tregua que redima su agonía. Más lejos se aproxima Duncan, que en manos de su fiel guerrero, no sabe que viaja hacia la muerte infiel. Y más cerca, Otálora, traicionado con forzada simetría, que viaja al Uruguay a cerrar su destino, sin darse cuenta hasta el final de que nunca se ha movido, que su hora ya lo había alcanzado antes de partir. O esa inmensa K, que supone un hombre y esconde una raza, alzando la mirada a ese tantálico castillo que lo ve viajar y que lo viaja al mismo tiempo.

Va a ceder la noche pero antes, también, te muerde ese “fusilado que vive”, el que viaja en el camión, a quien el azar le permite seguir abriendo los ojos al otro día, a todos los días que siguen para contar lo que vivió. Hasta que giran las horas y ves que tu reflejo te ha acompañado todo el tiempo. El horror gana tu rostro cuando descubres que has unido viaje, literatura y muerte. Un grave pensamiento alivia tu hallazgo: un cierre general que enlaza todas las vidas y las reduce al mismo abandono, un Apocalipsis personal que puedas manejar a tu antojo.

Te encantaría ese poder. Pero ahora mueves la copa y levantas la mirada. Se te viene otra vez la palabra viaje y te parece mentira que no te hayas movido de tu sitio. En ese instante, buscas tu cara con los dedos y empiezas a dudar.



Over.

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