viernes, 13 de marzo de 2009

Párese derecho, carajo, usted va a matar a un hombre.






Difícil resumir en una interjección, tanta historia. “Che”, ese llamado argentino para buscar la atención. Diáfano e informal, limitado a un tono y a una modestia.

El Che Guevara fue el comandante, fuser, Ramón y Fernando. Ernesto y Ernestito. Fue tanto que sólo un experto podría abreviarlo, condensarlo, ¿simplificarlo?

Steven Soderbergh se le animó al asunto, y quizás no tuvo el coraje de narrarlo todo en un solo film. Quién sabe, el consejo del abuelo no es inútil: “acá o allá, pero en el medio no sos nadie”.

La primera parte, llamada “Che, el argentino”, comienza con un tratamiento que recuerda a algunas escenas de JFK, con ese desahogo de conspiraciones para asaltar el poder. Es el entrenamiento y la lucha de tantos años en la selva, el trabajo psicológico para gozar de la aprobación del campesinado, los pobres, los oprimidos. Todo dentro de una época y un contexto. Una isla gobernada por un títere, la segunda guerra mundial ahí nomás, la guerra fría, la U.R.S.S. y un montón de gente dispuesta a matar o morir.

La primera de las películas, acierta en la distancia que se pone entre el hombre y el mito, pero no deja de tomar partido: para Soderbergh, el Che era un gran hombre, valeroso y luchador.
El lugar para buscar algún error, es opacado por la sordidez que enfría muchos pasajes. Es una buena película, más didáctica que ideológica. Una película didáctica sobre una lucha ideológica. Cada uno sabrá.

La segunda parte, llamada Guerrilla, está basada en los diarios del Che en Bolivia. Una narración excesiva que se repite cuadro tras cuadro, dejando lugar a pequeños diálogos que intentan hilar el relato. Un Che casi ausente, entregado a una pelea ingenua. El final que todos conocemos, con la participación de los estereotipados militares y los muchachos de la CIA. Quizás sí, cuando las balas lo derriban, se dan unos minutos de gran cine, incluida esa escena del helicóptero barriendo la cara de los campesinos, empujando, las aspas, el viento de la vergüenza sobre esos hombres y mujeres. Y se termina.

Benicio del Toro es preciso y convincente, logrando un trabajo casi perfecto.

Steven Soderbergh, va y viene con sus intenciones: bien puede rodar una peli como Traffic, como otra sobre Kafka y otra como Ocean´s Eleven. Con Che, logra no restar a la historia del guerrillero. Tampoco agrega nada.





Over.


PD: "El imperalismo embrutece".

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