domingo, 14 de septiembre de 2008

"Saki", no sake. "Saki"






Birmania está en ese limbo que nosotros, los occidentales, llamamos “sudeste asiático”, y que asociamos a una especie de subcontinente formado por países como Camboya, Vietnam y Tailandia. Por caso, Birmania es Myanmar, y no hace tanto desde que los ingleses reconocieron su independencia. Pero voy a hablar de Hector Hugo Munro: Saki para el mundo.

Algunos años después de su nacimiento, El imperio británico conformaba un protectorado colonial en Birmania. El padre de Munro era oficial de policía de esa región, y no dudó en enviar a su hijo a Inglaterra después de la muerte de su esposa, cuando el niño sólo tenía dos años de edad. Al viajar a Europa, comienza el destino literario de Munro, al mismo tiempo que se desata su infierno. Su infancia estuvo gobernada por sus tías, su rigidez victoriana y el desagradable tono solterón que en aquella época era despreciable.

Como todo el mundo, Munro jamás pudo salir de su infancia, y sólo gracias a la literatura pudo domar por momentos aquel eterno regreso a la angustia. No es menor el peso que tuvo esa época en sus cuentos, y lo que disfrutamos con la lectura es quizás una forma de expiación. De modo oblicuo, gozamos con el dolor ajeno.

No hay vueltas, el genio de Saki estaba en sus cuentos cortos, animados por una imaginación precisa y sometidos a un golpe final que nos obliga a una sonrisa de admiración.

Hay tres cuentos indispensables: The open window, Sredni Vashtar y The story-teller. En los tres está la figura del familiar que ahoga al niño con sus costumbres y lo obliga, con esa misma presión, a salir del cuadro a fuerza de su fantasía.

En el famoso Sredni Vashtar, lo logra entremezclando el deseo con la religión, finalizando con esa mueca de placer infinito que sólo puede ostentarse cuando la venganza se hace realidad.

Con The story-teller, el desquite viene de la mano de un extraño que altera el clásico argumento de las recompensas para los niños que se portan bien. Hinchado de complicidad, quien cuenta la historia parece guiñar el ojo hacia los niños, y magistralmente uno tiende a pensar que Saki es, al mismo tiempo, el contador y la criatura. O mejor, que el narrador sólo sea otra forma más de su ilusión.

Ahora bien, con The open window, Saki, a mi gusto, alcanza el punto más alto de su cuentísitca. Historia simple y narrada con exquisita brevedad, nos deja alucinados en el final, dejándonos imaginar una impecable escena de teatro. La última línea que, a la mayoría de los autores le quedaría fuera de lugar, en este caso refuerza al cuento de un modo impactante: “Romance at short notice was her speciality.” (La fantasía sin previo aviso era su especialidad.)

De pulcro inglés, atiborrado de elegancia y cultura, es todo un desafío para el lector extranjero. Una pesadilla para el estudiante. Salvo que en este caso, el esfuerzo es convenientemente reconocido.

Con 46 años, en vez de continuar una prestigiosa carrera literaria, se alista en el ejército para combatir en la primera guerra mundial. Para mí, su final es demoledoramente lógico. Toda agonía tienta al destino. Saber sortearla o rendirse es una cuestión privada. Los grandes hombres, la hacen irónicamente públicas.



Over.


PD: Ya superadas algunas retrógradas apreciaciones sobre el ser humano, no me deja de sorprender la innecesaria información de que Saki era homosexual. Lo puntualizo porque si bien se busca mostrar la inconveniencia de esa orientación hacia fines del siglo XIX en la Inglaterra victoriana, nada tiene que ver son su producción literaria. Mas aún, el dato tiene un lejano aroma a chisme que se deforma en condena. Ay!.


1 comentario:

Talita dijo...

Los datos acerca de inclinaciones sexuales en los textos que hablan de un personaje ilustre (o casi) vendrían a ser como el bufón que se ríe y señala detrás de la cortina mientras habla una persona importante... esa atención capta y por más que todos digan "ohh... qué maleducado, Matilde...", los ojos están sobre él.

OVER.
OVERO.
LAGARTO OVERO.