miércoles, 10 de septiembre de 2008

Palabritas



Recuerdo, aun cuando no lo haya vivido, una sala más bien grande, con sillones de ratán y unos mantelitos bordados que se acomodaban con el olor a alcanfor, un olor lento y preciso, acuñando para siempre toda la escena en mi memoria.

Y aunque nunca estuve ahí, recuerdo a las señoras con sus vestidos estampados de flores apagadas, gordas y aburridas, con los abanicos negros que usaban para espantar el calor y las moscas; el calor y las moscas aunque en el fondo se ilusionaran con ser capaces de borrar tedio; el tedio de media tarde suspendido para siempre en las partidas de canasta y los cartones acumulándose prolijamente en montoncitos sobre los mantelitos bordados. Sobre la mesa de allá a la izquierda.

Y recuerdo, con ningún derecho ni razón, los ventiladores blancos, anestesiados en un hipnótico y pesado movimiento, atrapados en su giro del mismo modo que las señoras se iban derritiendo con la tarde, jugando a la canasta, cartas de la muerte, silencios de lo ido. Lo que ya no vuelve. Las viudas.


Over.

1 comentario:

Mariana dijo...

Mi mas sentido pésame.