Cuando ni yo ni mis padres ni mis abuelos habían nacido, Friedrich
Nietzche todavía no estaba loco del todo y ya había escrito Más Allá del
Bien y el Mal. Aún cuando hablen de un corpus o un concepto que anuda
el texto, yo, en mi selección interna, lo considero un libro de
misceláneas. Sí, ok, lo que pasa que para mí, "miscelánea" no es lo que
casi todos piensan. No importa. En la sección segunda, Espíritu Libre,
Nº 41, Federico sentencia:
"Tenemos que darnos a nosotros mismos
nuestras pruebas de que estamos destinados a la independencia y al
mando; y hacer esto a tiempo. No debemos eludir nuestras pruebas, a
pesar de que ellas sean el juego más peligroso que quepa jugar y sean,
en últimas instancias, sólo pruebas que exhibimos ante nosotros mismos
como testigos, y ante ningún otro juez. No quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada,- toda persona es una cárcel, y también un rincón"
Albricias!
¡Qué declaración de misoginia y profundo amor al mismo tiempo! ¡Qué
belleza adolescente contienen las últimas palabras! ¡Qué aventura
irrealizable! Primero, hay que recordar que Nietzsche no tuvo hijos, y
que su vida amorosa dista mucho de ser envidiable. Pero entoncés cómo
pudo escribir esta apología de la soledad con fondo de amor no
correspondido. No lo sé. Sé, sí, que Federico estuvo mudo hasta lo cinco
años y volvió a callar diez años antes de morir, ya presa del velo de
la locura. Sé eso, y también que todo esto me hizo recordar a la
preciosa canción Universo, del disco Sal, de la banda Entre Ríos.
Attenti, dice la canción: "Hoy / el universo es lo que ves / tu cuerpo
ya no es mi rincón". Y claro, uní esta letra de Sebastián Carreras con
las palabras del gran Federico y voilâ! Secretamente, el mundo giró más
de cien años para que una palabra encuentre su eslabón en una canción
para seguir sintiendo.
Lo de la cárcel es claro. Lo del rincón, cada
uno para su molino. Podría ser el lugar de refugio, el de aislamiento,
el de castigo. Podríamos forzar una antítesis, pero de algún modo, si
fuera muy clara, perdería la energía, y llegaríamos a Sabina y su "tu
mal y tu bien(...) tu manta y tu frío" y él mismo lo admite: se pone
cursi.
¡Cuántas cárceles y cuántos rincones acarician nuestra
condición y juramos y prometemos cerrar los ojos, olvidar, no estar
enterados de nada! ¡Cuánto tiempo sentimos el dudoso placer de
informarnos sobre agujeros negros, planetas y andrómedas o nos
empalagamos de nanotecnología! ¿Tejemos o destejemos la madeja?
Over.