Los corresponsales de la desgracia suelen llover a medianoche, y el teléfono es su medio de comunicación preferido. De todos modos, admitamos que hablamos de los amateurs, porque los profesionales llevan sus profecías como bijouterie, a toda hora y cualquiera sea el clima.
Traen sus noticias a viva voz, se muestran conmocionados, pero sólo corretean al placer que significa haber sido el conductor de la mala nueva. Gozan con tu desgracia, detrás de la lágrima se paraliza la solidaridad, quedará el no haber sido tocado por la mala suerte, y a cuesta tuya se regocijan.
Nadie los toca, nada los hunde, el cielo los imanta. Van por la vida ahogando gente, y fingiendo culpas de involuntarios errores.
No te desanimes, ellos desprecian tu corazón, pero no pueden sentir, en el fondo lamentan no poder construir odios infinitos, y así les va.
Over.
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