domingo, 28 de diciembre de 2008

Yo quiero ser Lucrecia Martel








No tengo dudas, porque primero que Martel tiene mucho pelo, lacio y largo, y usa esos anteojos que están dibujados sobre su rostro. Si eso no es suficiente, bueno, quiero ser Lucrecia Martel porque con tres películas le quitó el polvo a tanto cine de autor de los imbatibles 60’s, nos obliga a sentir y a comparecer ante el silencio, esa etapa que no se consume. Ni se consuma.

La Mujer sin Cabeza es un grito al vacío de las culpas, los años de fría cotidianeidad, el tiempo avaro de los sentimientos y la arquitectura plana del dejarse estar.

El cine de Martel se asoma por otro lado a las mismas escenas de siempre, exacerbando la geometría, sí, esa misma que contiene a la música, la pintura, esto que escribo. Cómo hacerte entender que no quiero hablar, pero necesito comunicarme, que necesito hacerte saber algo que el discurso no abarca, que necesito narrártelo de otro modo. Eso es Martel, y por eso hay que prestarle atención a los gritos sordos que ha sabido filmar.

Yo qué sé, líneas como:
- ¿Querés que te deje en la puerta de tu casa o en la esquina?
- Bueno.

Y nadie dice nada más, simplemente una mirada de asombro.

O como esta:
- Shh, no lo mires, acá está lleno de espantos, si no los mirás se van. Acá te movés y cruje todo.






Planos pequeños, la acotada visión del pasado que atrapa, la duda. Dudar de todo, en un ambiente que encierra, como sucede en la vida misma, esos momentos en los que todo nos ahoga.



Over.


PD: Sí, también la tensión insoportable, las chicas con su apuro sexual, la búsqueda, los silencios tan largos.


1 comentario:

Javier dijo...

no tengo raid, pero si querés te puedo pasar un off... que no se si serviran para las hormigas, pero quien sabe...