viernes, 11 de julio de 2008

Se siente.






No voy a decir nada del otro mundo: la película más floja de M. Night Shyamalan, es Sexto Sentido, 1999 (The Sixth Sense). Ya desde la poca originalidad del título, una vez terminada la proyección, atamos demasiados cabos que después del primer impacto, nos suenan a desmedidos y puestos de antemano para que atiendan al fin y no a la trama. Sinceramente, no termino de entender el gran deslumbramiento que causó en tanta gente.

Llegó El Protegido (Unbreakable), un año después, y uno tuvo la sensación de que había algo más para ofrecer por parte de este director indio. No fue una gran película, pero fue un cambio drástico ante las expectativas originadas. Esa idea que nos ronda la cabeza, casi como un bálsamo ante la urgencia del desengaño, cuando pensamos en publicar un best seller con la idea de “hacerse conocido” y así lograr que lo “bueno” se haga lugar. Ya aprendimos que esa ilusión es falsa, y no existe tal resignación: cada cosa que hacemos nos marca y nos deja. Marcados.



Quizás Shyamalan lo haya logrado, quién sabe. Lo cierto es que en 2002, con la impredecible actuación de Mel Gibson, ve la luz una película hermosa: Señales (Signs), atravesada por una ironía más europea que norteamericana, y lista para ser rechazada por la crítica. Se podría decir mucho. Diré tan sólo que es la primera película en la historia con extraterrestres, que no se trata de extraterrestres. La vulgaridad de los alienígenas nos guiña el ojo, nos hace sonreír ante la obviedad. El director usó platos voladores, quemaduras inexplicables e invasiones, tan sólo para dar un latigazo sobre el poder de una creencia, la voluntad y dolor. Todo junto y sin pausa.



Y siguió creciendo el gran Indio. Y dos años más tarde nos regala la mejor película de su repertorio: La Aldea (The Village). Otra gran metáfora sobre la mentira y los mitos. Rozando, sutilmente, aquel cuento platónico de la caverna, con la ascensión hacia la realidad como forma de ser libre. Traigo, otra vez, una frase de Saramago que me persigue: “No hay mejor guardián que el miedo a que el guardián venga”. De eso se trata el film, de la protección como exceso y su correlato de demonios a medida.



En 2006, llega La Dama en el Lago ("The Lady in the water”). Me atrevo a decir que hay que creer en Shyamalan para dejarse llevar. Hay que entrar en cierto estado permisivo y de aceptación, todo con el objeto de permitir que el encanto y la ficción nos corrijan por un rato. Se nota, quizás, cierto cansancio por perseguir tantas veces la metáfora. Se ven los hilos, si se quiere. Es un buen momento para un cambio de rumbo.

Por caso, se acaba de estrenar “The happening”. Dicen que sale con el cartel de prohibido para menores de 18 años en EE.UU. Eso no me dice nada, desde que en ese país pasan por la tele a soldaditos matando niños en Irak, en horario central. Dicen, también, que con esta peli, cierra un ciclo. Dicen.




Over.

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