domingo, 13 de julio de 2008

Son las cosas del querer.


Ya viste que es como una centrifugadora que da vueltas y te quedás pegado a los costados. Es una lucha de leyes, o te cáes o las paredes te sostienen a cambio de velocidad. Y para colmo los manuales se empeñan en enseñarte a vivir en el medio: ¡pero si no hay medio! ¡Es abajo o a los costados!

Por otra parte, hay que tener cuidado con la posibilidad de irse por el agujerito. ¿Vos me hablabas del agujerito que tapamos todo el tiempo, con sexo, dinero, amor o sueño? ¿Del agujero estructural? No sé si me refiero a lo mismo, pero hay que tener cuidado porque una vez succionado, no volvés, eso no tiene discusión.
Estamos abajo, frenados en movimiento, más a la deriva que bajo el control de la voluntad. Voluntariamente a la deriva, eso.

Así empieza el volumen I de la gran obra de Schopenhauer (“El Mundo como Voluntad y representación”): “El mundo es mi representación: esta verdad es aplicable a todo ser que vive y conoce, aunque sólo al hombre le sea dado tener conciencia de ella”.

De esa sentencia hizo un libro. De ese libro hizo una declaración. Y cuando alguien declara algo así, hay que seguir investigando su obra. Así me topé con esto, de Parerga y Paralipómena, su libro más popular, si se quiere, que asusta equivocadamente con su título:

"Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas”

Esta proclama arrabalera, resumida en Naranjo en Flor, hace referencia al peligro de huir de lo básico para no hacer otra cosa que afrontar la angustia del no saber, la vacuidad esencial que nos define y nos proyecta. No creo que las cosas del querer se abismen sin atisbo de salida. O quizás sea que el miedo está entramado en nuestra piel, y ante el riesgo de pagar el precio por la verdad, aceptamos una felicidad incompleta pero segura.

Ya te lo dije, ya lo aprendimos, es una centrifugadora, de la que no se puede salir. Hay que saber apretar los dientes, mi amor. Hay que flotar y hacer pie, un poco y un poco. Así, un poco y un poco.


Over.



PD: Amit, con su afectado inglés, me dice: ¿A quién se le ocurre intentar hablar del amor citando a Schopenhauer? Tiene razón. Y que “quoting” se escribe con una sola t, y que yo tampoco hubiera dudado en duplicar esa consonante. O quizás…


No hay comentarios: