domingo, 31 de agosto de 2008

Don Carver y sus dos cuentos.





Clatskanie es una ciudad del noroeste de los Estados Unidos, la cual cobra algún significado cuando se sabe que allí nació el escritor Raymond Carver. Fuera de eso, sabemos que está cerca de Portland, y que sería más o menos un buen ejemplo de la canción "Small town" de Lou Reed. Esa que dice: “There is only one good thing about a small town / You know that you want to get out”.

Carver salió de aquel pueblo, pero se llevó el alcoholismo de su padre, el cual lo acompañó durante gran parte de su vida. No importa. No importa un comino si era un borracho. No importa porque voy a hablar de “The Bath”, ese cuento genial que se suele citar como la cumbre minimalista, y la verdad que no es ni una cosa ni la otra. Pero es genial, ya lo dije, ¿no?

"The Bath" aparece en el mejor libro de Carver, y no es más que un golpe amenazante, una bravura literaria que roza la ansiada meta de cualquier escritor: escribir un cuento en el que no sobre ni falte absolutamente nada. Nada.

No voy a contar la trama, poco compleja, por cierto, pero sí quería apuntar algunas palabras sobre la relación de este cuento, y su extensión, “A Good Thing, a Small Thing”, el cual es publicado en Catedral, otro gran libro de Carver.

Para ser directo. Como pocas veces sucede en literatura (al menos yo no contabilizo nada parecido), un mismo cuento es publicado nuevamente, con la salvedad de que es más extenso que el anterior y hasta cambia su final. En jazz, eso se llamaría “alternate take”, aunque en este caso, no es una versión alternativa, sino el conjunto mayor en el cual estaría contenido el primer cuento.

Ambas historias son iguales: un niño es atropellado el día de su cumpleaños, y sus padres se debaten silenciosamente ante el cuerpo dormido de su hijo en la cama de un hospital, a la espera de que el niño despierte. En el primer cuento, no se dice nada del desenlace. En el segundo, sí. De algún modo, cuando Carver se justificó al hablar de la “necesidad de reimaginar y revisar” el cuento, yo creo que se jugó dentro de él una forma de la redención, intentando darle algún sentido a la tragedia para que su desnudez no opere contra algún significado.

Mal. Hizo muy mal. No le encuentro ninguna explicación a esa revisión de la que habla Carver, al menos en un plano meramente literario. Por caso, cuando Mujica Lainez escribió "El hombrecito del azulejo", no tuvo otra intención que equilibrar el dolor que produjo “Tini”, el cuento de Eduardo Wilde.

No le encuentro el fundamento en el caso de Carver. Vaya a saber uno qué le pasó por la cabeza. Vaya a saber uno si la perfección del primer cuento no "necesitaba" de algún modo de la simplicidad del segundo. En algún plano, quizás, estén permitiendo cierto equilibrio al que no accedemos.

En fin, es lo que digo yo, no cambia nada. Alguien puede pensar distinto. Alguien siempre piensa distinto. Está bien, de acuerdo, pero la frase final de “The Bath” es de una precisión escalofriante, digna de un escritor enorme en la cima de su producción.


Over.



Pd: Hablando con Amit sobre este tema, él opina que la segunda versión es la verdadera porque es tolerable, y que la primera, aunque iniciática en el tiempo, es la que desubica al pensamiento, incomodando al corazón a la hora de elegir el destino del niño. Algo así como que sabemos lo que sucede con él, pero solicitamos que no sea así, y nos sentimos con el poder de alterarlo. Ahí nomás le digo: “Los niños no deberían morir en ninguna obra de ficción". Implacable, Amit me contesta: "Los niños no debería morir en ningún lado, compañero."

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