martes, 12 de agosto de 2008

Está sucediendo. The Happening.






De las múltiples posibilidades del Fin, hay múltiples narraciones, procesos de imaginación y hasta detalles descabellados. Pero no existe nada más aterrador que su anticipación. Los cercos y las defensas se construyen con amenazas, certeras condenas de un porvenir oscuro. Son ésas las que subsisten con el tiempo, amasando y amansando el instinto hasta convertirlo en un súbdito de lo advertido.

Si reducimos las películas de Shyamalan a una descripción, creo que el primer párrafo la contiene sin fisuras. Si alguien dijera que su última producción, The Happening, es más de lo mismo, no estaría ni errado ni proferiría una ofensa certera. Es más de lo mismo, alcanzando por momentos eso guiños que animan nuestra admiración.

Una extraña ola de suicidios amenaza con derribar a la raza humana. Un agente químico quizás proveniente de las plantas o árboles, (o de la demasiado remanida “naturaleza atacada”) provoca descontrol en las barreras de supervivencia de los humanos, induciéndolos a terminar con sus vidas inevitablemente.

Nada que no suceda en la realidad, salvo la supuesta “epidemia” química. Se sabe que existen trastornos mentales que pueden provocar estos comportamientos, y que los pacientes lo refieren como “algo que me induce a suicidarme aunque yo no quiera hacerlo”. De índole psicótica o por la intrusión de pensamientos atraídos por una depresión, la literatura psiquiátrica narra estas situaciones. ¿Pero qué pasaría si en vez de un trastorno endógeno, las causas provinieran de un agente químico que libremente se transporta en el aire?

Hasta aquí la cuestión “científica” del asunto. Pero Shyamalan vas más allá, y quizás sea allí donde malogra su brillante idea. El devenir de hechos torna confuso el objetivo. Se sugiere un ataque terrorista, una “respuesta” de la naturaleza, y desde allí se muestran las diferentes reacciones que tiene los humanos entre sí. La vieja historia del “qué harías si supieras que vas a morir mañana”. El remordimiento por no haber hecho lo deseado. La furia por saberse presa de una decisión inmanejable. El terror de que el enemigo esté ahí y no se vea, como si a uno lo encerraran en un inmenso lugar, apagaran las luces y comenzaran disparar.

The Happening es una gran idea que se trasladó de manera irregular a la pantalla grande. Algo que crece desmedidamente y al quererlo controlar, termina colapsando por todos lados. No importa, está bien, yo quiero que Shyamalan siga filmando, prefiero que una idea le quede grande a tantas prolijidades que a nada ni a nadie pueden movilizar.





Over.

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