sábado, 9 de agosto de 2008

Suena lógico.



“Una lumbre cenicienta.” Entonces le digo a Tini que eso no se dice, se escribe. El tema está echado: “las fronteras de lo decible y la estética inmueble del rigor escrito”. Así lo titulamos. Los dos lo titulamos. El ensayo que nunca escribimos.

Tini tiene el pelo lacio, aburrido y oscuro. Un negro que brilla, como la tapa de Azabache, el Black Beauty de Anne Sewell, ese color más o menos. Discuto con Tini porque no encuentro otra manera de acercarme. “La erótica confrontación”, la titularíamos. Los dos la titularíamos.

Entonces Tini dice que los fuegos artificiales no deben de existir en los países donde se libraron guerras en el pasado cercano, es lógico. Le digo que Miller decía lo contrario: "que los países que sufrieron guerras, suele festejar con más ahínco las fiestas populares, especialmente usando todo tipo de explosivos y fuegos artificiales, como una forma de cambiar el recuerdo, o bien asociarlo a la libertad y la alegría y no a la muerte y al miedo. También suena lógico, ¿no?"

Tini baja la mirada y se muerde las comisuras de los labios pero del lado interior, torciendo la boca a un lado. Yo quiero besarla, como en las películas, tomarla de la cabeza y llegar a su boca atónita. Y que luego de un frágil forcejeo, se rinda a mí, para seguir discutiendo desde otro lado.
Tini sube la mirada y me dice: ¿Ese Miller no es el que decía que los psicoanalistas se convertirían, con el tiempo, en meros sacerdotes? "No lo sé, Tini." “Sí, decía eso, y por ahora no veo que se cumpla para nada”. "Tampoco lo sé, no tengo idea. Igual, no suena tan descabellado". “Para vos, pero andá a decirle a un psicoanalista que de repente será parte de una religión, justo a un freudiano”. “Eso tampoco suena tan descabellado, Tini”.

“Dejá”. Odio que Tini me diga “dejá”. La odio porque me calla, y si respondo me paso de rosca y termina teniendo razón. Tuve que haberla besado esa noche. Ése era el momento. Nunca puedo saber cuál es el momento. Nunca. ¡Será posible!



Over.


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