domingo, 28 de diciembre de 2008

Creo que tenía un poco de razón.







Con Lina creo haber aprendido que cuando la ironía se desprende del humor para navegar sin rumbo en el discurso, hablamos sin dudas sobre alguien que ha sido dañado. Mucho o poco, ayer o hace diez años, pero el filo de la navaja ha dejado impreso su relieve. Para siempre.

Cuando Lina te cuenta algo de su vida, lo último que acepta es algún tipo de opinión, aunque Tini me dijo que es justamente lo que busca, y si uno la quiere, lo mejor es forzar el comentario a expensas de un odio pasajero. No como a Tini, pero a Lina la quiero mucho.

Lina conoció a Ismael (no es el nombre, aunque es igual de horrible) a los quince años. Como no era de extrañarse, pasaron cinco años hasta que aceptaron que el juego de peleas y rencores animaba algo más que una amistad adolescente. Justamente, unos tres años después, yo vengo a conocer a Lina, ya separada, a través de Tini, y recuerdo una época de salidas sin fundamento, autores imposibles y vino tinto barato. Y siempre era de noche.

Una de esas noches, en el living del departamento de Lina, sin muebles y sin persianas, Tini se fue temprano porque un chico la pasó a buscar. Tini no quería irse (y yo tampoco quería que se fuera), pero fue así, nos quedamos con Lina hablando de Pessoa. En un momento, de la nada, me dice:
"Al margen de extrañarlo, de todo lo que ya se sabe, lo que me arde es la falta de respeto, ese desinterés repentino por los años, por los años que le dejé y me dejó encima. De repente, escucho una historia tergiversada, llena de agonías y malos tratos, yo qué sé, y no fue así para nada, da bronca, sabés, es como si tu papá viniera un día y te dijera que ya no te quiere, que no te quiso y que esto y lo otro, y paf, desaparece. No es justo."


En aquella época, mis conocimientos de psicología y el desparpajo tenían el mismo nivel, así que forcé el comentario, claro:

“A ver, primero, la comparación con "tu papá" es elocuente. Pero mirá, yo creo que en el que se va, a diferencia del que se queda, se juegan otros demonios, y nadie te enseña a manejarlos. Algunos te dicen lo mucho que significaste. Otros creen ver en el otro, la culpa del desamor, como si fuera responsable de algún modo del fin de las sensaciones de placer. Sacando de lado los casos jodidos, vos me entendés, cuando se termina una relación, me parece que pasa lo que te digo: o llora contigo, o pega el portazo y te desconoce. Igual, no importa, para el que se queda, el hecho es el mismo, y cualquier cosa que haga, lo terminará hundiendo. Te dañara su indiferencia o su piedad, da lo mismo. En psicología, lo llaman: la reconstrucción del Otro, siempre en ausencia, con lo peligroso que eso significa."

Primero, Lina fue suave: “Che, me gustó eso de “el que se va” y “el que se queda”: Uno se mueve y otro queda frenado, está bueno. El resto de lo que dijiste me parece un poco elemental, bah, tonto y sin razón.

Tras unas palabras más, la terminé de agitar. Ahí Lina fue Lina: “Escuchame una cosa, ni siquiera me conocés y ya querés ponerme en una lista o patrón. Además, leíste dos revistas y te creés capaz de hacer afirmaciones universales sobre el amor. Me voy a dormir, chau."

Ahora que me acuerdo, me río con ganas. En aquel momento me sentí entre furioso y humillado. No tenía los años como para decirle cosas como: “Tu fastidio confirma mi análisis”. No, le dije disculpáme, y me fui, callado. Ah, y eso de la “reconstrucción del Otro”, es un invento total, pero suena bien, a qué sí.



Over.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quiero ser Lina.Pena que soy B.Al momento de la revision ,el editor podra sugerir que queda mejor " la barradura del Otro" en lugar de la " reconstruccion del Otro"
bso
B

...agustinis... dijo...

increible lo ke escribis...
llegue tande al blog... pero me encanto...

saludos