Y al fin y al cabo todo tiempo es un destiempo, todo algo es un desalgo y todo amor es un desamor. Sí, en lo más profundo y estremecedor de todo hay un destodo. Pero volviendo a vos, que en definitiva es volver a mí, debo admitir que es verdad, que no somos nada, bueno, como te dije, y al mismo tiempo una desnada. Compartimos la simulación de ser, y por eso nos amamos, porque nos desamamos, y lo volvemos a hacer, y así andamos.
Claro que cuando suba la oscuridad, cuando suba el sueño, ya no me verás, ya lo verás, pero sabés, al mismo tiempo, que eso es mentira, que somos dueños del odio y no del amor, que puedo jugar a rechazarte pero nunca rechazarte. ¿Calmarte los ojos? Por supuesto, vos también podés intentarlo, pero el amarillo fin que viven las hojas no es más que un temblor de realidad, de algo que ha sido, de algo que será. Aunque debo admitir que sí, que no todas las manos son de río ni de piel nos inundan, que sí, toda lucecita que titila pide ser apagada. ¿Oscuridad? Nada de eso, simplemente zona limpia que buscará luz.
Over.
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