sábado, 31 de enero de 2009

Tini me guiñó un ojo. Los curas y las curas.







Algunas tardes también se abrían los caminos, y casi al filo de la oscuridad, nos íbamos cada uno a su casa con la poderosa intuición de haberlo escuchado. Un pedazo de tiempo, hecho de palabras y sentido, entraba por los poros para siempre.

“¿Les conté sobre una de las tesis que supuestamente escribió Leo Jud?, nos pregunta Lina con aire sobrador. “Lina, mi amor, si no hubieras usado la palabra supuestamente, hasta te creería que no lo te lo aprendiste de memoria”, dijo Tini antes que yo. “Bueno, mi amada blasfema, como quieras, allá tú, que sólo recuerdas de memoria las canciones de los Beatles”, contraatacó Lina y nos ganó a todos.

Este Leo Jud era de la partida de Lutero y de todos los que armaron un buen lío contra la iglesia católica. Bueno, vieron que Lucero es el autor de las famosas 95 tesis, esas que leemos en todos los libros, y que fueron las que le hicieron poner los pelos de punta al papa de entonces. Ahora parece que este Leo Jud había escrito una tesis número noventa y seis, pero que nunca fue publicada.

En realidad, tiene poca credibilidad, y los nenes de Oxford que dicen haberla encontrado, tampoco hicieron mucho para retocarla y hacerla parecer de hace como 600 años. No me la acuerdo de memoria, como dice acá la compañera Tini, pero dice algo así:

Si una de las condenas de la iglesia contra la homosexualidad, es la evidente acción contraria a los naturalmente dado, y a su vez, que si todos tomaran esa desviación, entonces se agotaría la especie humana, pues entonces se debería decretar análoga condena contra el celibato.”

Mis amigos, no es alucinante! Si todo el mundo fuera sacerdote y cumpliera el celibato, no se engendrarían más niños en el mundo. O sea que el sacerdocio y la homosexualidad tienen un punto en común, ¡Aleluya!

“Bueno, mágicamente, los niños aparecerían igual, ¿no?”, dijo Tini y me guiñó un ojo. Me acuerdo también de eso, que Tini me guiñó un ojo.


Over.

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