jueves, 6 de marzo de 2008

Inseguridad: Alarma de un país sano

Me escribe Francois desde el frente: Las políticas de libre mercado y el capitalismo agresivo tienen efectos colaterales preocupantes: la pobreza, el delito y la desigualdad.
Conclusión del enano: Matemos a los pobres, a los delincuentes y a los fracasados. Con el tiempo quedamos pocos, pero de los buenos.
Conclusión del profesor: Cambiemos el sistema, elaboremos alguno que no se degluta a sí mismo.
Conclusión del antropólogo (forense): El sistema no lo impone nadie más que el propio hombre. Por lo tanto, un sistema más justo es artificial, porque el hombre no es justo, ni solidario. Debe abrirse camino. Así lo ha hecho. Así lo hará.

Le contesto a Francois desde los comandos: Vivo en Argentina. Me dice Juan José: vivo con miedo, están robando y matando a todo el mundo. Ya no se puede salir de noche. Están todos drogados. No les importa nada. No hay seguridad, la policía no hace nada y el gobierno, tampoco. Juan José gana catorce veces más que yo. Habla de "negros", de "villeros", de "borrachos". Dice: Hay que saber tratar a los negros, si no te cagan. Te piden plata todo el tiempo, se la gastan en la quiniela y en vino. Encima se quieren tomar vacaciones y no trabajar horas extras. Me piden aumento, lo podés creer, con un sueldo consigo cuatro negros como ese.
Nada me alegra más que el miedo de Juan José. Lo disfruto. El no va a cambiar, pero a lo mejor, si la suerte no es mala, le pegan un buen tiro en la frente, y mejor aún si el que dispara está drogado y viene de matar a cuatro niños. Sin saberlo, esas lacras humanas, esos instigadores de la miseria y el dolor, son los mensajeros necesarios del sonido de las alarmas.
Suenan las alarmas y todos seguimos corriendo hacia el incendio. Como la mosca, vio.

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