Etgar Keret es un escritor israelí, nacido hace unos 40 años en Tel Aviv. Y hace veinte que viene escribiendo cuentos alucinantes – el adjetivo se abre en todo su rango de significado en este caso, desde lo figurado hasta lo narcótico-. Hay algo en su escritura que yo lo definiría como quien tiene la picardía e imaginación latinoamericana filtrada por la experiencia de medio oriente y la melancolía de un país falsamente joven.
No hay mucho que decir, su literatura no aspira a más de lo que es, el latigazo preciso del cuento corto, lleno de personajes jóvenes dejados por sus novias, suicidios, peleas matrimoniales, juegos, amantes, con cierta tendencia a repetirse en el argumento pero con la gracia necesaria para que ese eco no sea molesto.
Qué decir de una autor que escribe sobre un mago que va sacando conejos mutilados o bebés sin cabeza ante la alegría de los niños espectadores. O sobre una mujer cuyo útero es extirpado y al ser tan “bello” es llevado a un museo para que su hijo pueda llevar a sus nietos a ver el útero de su abuela. O ese otro en el que la novia de un muchacho se vuelve obesa, fumadora y se la pasa viendo partidos de fútbol, cosa que lleva a su novio a los bares donde encuentra obesos, fumadores y fanáticos del fútbol, cosa que termina por enamorarlo nuevamente de su novia.
Cuando la imaginación se pone al frente del texto, es claro que el resultado termina siendo desigual, y en algunos cuentos no deja la sensación de una ocurrencia con destino de anécdota más que de cuento. Tampoco es difícil sentir, como una seda con gusto a guiño involuntaria, que los cuentos de Keret le deben algo a las Aguafuertes arltianas o a las historias de un tal Lucas. Deuda ficticia y figurativa, que se salda por la modernidad que se le imprime a cada narración.
En Argentina es fácil conseguir “El chofer que quería ser Dios”, una antología de sus cuentos hasta 2004.
En The Nimrod Flipout, hay un cuento que se llama Angle (Ángulo). Es sobre tres amigos que juegan al pool, en el que mientras que a uno le falta coordinación, a otro le falta motivación y al tercero siempre le falla el ángulo de tiro. Es corto. Dice bastante más de lo que leemos. Me queda esta línea de traducción inédita: “Es asombroso lo estúpido que puede sonar una persona cuando esta hablando con su novia. Porque cuando uno simplemente se está cogiendo alguien, intenta hacer todo lo posible para sonar interesante, pero cuando de veras estás enamorado, uno puede sonar realmente desagradable”.
Over.
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