Y hablando de la sincronicidad y de las energías que áureamente nos protegen y nos destruyen, qué mejor que estas líneas que a mi memoria hicieron vibrar en su momento, ahora, y dentro de quince años si es que en los designios celestiales o en las cartas de mis genes todavía se me otorgan amaneceres.
El cuento es El Milagro Secreto. El autor, obviamente, es él.
Dos comentarios.
1) Una risa incrédula y altísima me arrancó el hecho de que el personaje, Jaromir Hladík, tuviera inconcluso un examen de las indirectas fuentes judías de Jacob Boehme. Magistral, señores, humor único.
2) A Hadlík lo encarcelan los nazis y, agobiado por las penurias de su inminente ejecución, nos ofrece este pensamiento: “En vano se redijo que el acto puro y general de morir era lo temible, no las circunstancias concretas. No se cansaba de imaginar esas circunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la inminente descarga. Antes del día prefijado (…) murió centenares de muertes. Luego, reflexionó que la realidad no suele coincidir con las previsiones; con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda. Fiel a esa hábil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acabó por temer que esos rasgos fueran proféticos.”
Recuerdo que al leer esto por primera vez, comenzó a fascinarme esa idea de que prever era lo mismo que anular. Y cuando ya me había convencido, en una línea, con ese adverbio letal (naturalmente) dio por tierra todas mis esperanzas en una sola línea. Sensacional. Algunos años después, viendo
Pd: “Insomne amanecer”, obvia y bella metonimia.
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