martes, 29 de abril de 2008

Ey, tú, Carlito!


De Carlito’s Way me gusta la sencillez. Sencillamente una historia de manual, es decir, como casi cualquier obra de Shakespeare. Es decir, lo básico, que desde la simpleza se hace difícil. Porque Carlito sale de la cárcel y ya no quiere volver a la calle, ni a la droga ni al delito. Pero todo eso es una nube personal que lo tiene como objetivo. Aunque él no quiera, los problemas lo siguen, se le pegan al cuerpo como la camiseta en verano. Mata y se escapa y vuelve a empezar. Y sí, todo de manual, el preso que sale y busca a esa mujer. Esa mujer tampoco lo olvidó, secretamente lo esperó sin esperanzas. Y el trabajo sucio vuelve a husmear al trabajo limpio, el que deja dinero sin sangre.

Pero están los códigos, los favores, las deudas. El pasado pide ser anulado, reclama su cuota de desamor y quiere desprenderse. Agazapada y veloz, la hora ida huele bien, y eliminarla es eliminarse. Falso, pero es así. Otra vez en medio de la polvareda, Carlito quiere redoblar el paso para escapar hacia el fin. Imposible, el cabo suelto se vuelve látigo cuando uno menos lo espera.

Carlito’s Way es una película inmensa, para dominarla un viernes a la noche, aunque siempre se retobe, aunque siempre pida una y otra vez que se la vuelva a ver.

Ahí está Carlito, ebrio de las primeras oscuridades de la libertad. Él lo dice, no yo: “Un favor te puede matar más rápido que una bala.”


Over

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