Descubren una droga que fija sueños a elección. El método es simple. Hay que tomar la pastilla antes de irse a dormir, pensar en lo que se quiere soñar, imágenes, personas, lugares, lo que sea. Dentro de la pastilla hay también una droga que induce al sueño, por lo que veinte o treinta minutos después de tragarla, la persona está completamente dormida.
Funciona bien, en general el sueño coincide con lo buscado. Por ejemplo, un hombre piensa en una mujer, en un lugar y en una situación. Lo más intenso siempre aparece, digamos la mujer, mientras que el lugar y la situación son un poco distintas, pero al final termina satisfaciendo al soñador. Todo va bien hasta que comienzan los problemas. El efecto es tan aceptable que muchas personas toman la pastilla todas las noches, y hasta incluso hay casos de gente que se desespera por encontrar un sitio para dormirse y soñar. Las consecuencias son inmediatas. Fantasmas dormidos no rinden en sus trabajos, amantes heridos pasan años sin ver a nadie, derrotados que publican libros, filman películas, montan una cadena de restoranes, ganan la lotería, pagan las deudas, se compran un coche nuevo. La vigilia los trastorna, pero la realidad les da menos asco, porque llega un punto en el que confunden lo soñado con lo vivido.
Con el tiempo, aparecen los primeros suicidios. La pastilla es prohibida y su tráfico es altamente penado. Seguidamente la llaman “la pastilla del suicidio feliz”. Es muy difícil conseguirla y el precio es altísimo. En el periódico sale una nota en la que se afirma que según ciertos rumores, el mismo laboratorio que ha inventado la pastilla, está trabajando en una droga que permite no soñar nada. Sin embargo, el primer obstáculo con el que se encuentran es que no han encontrado el modo para que el paciente pueda autoinducirse a tal cosa. Lo más curioso es que esos mismos rumores dicen que los laboratorios ya han contratado a un grupo de filósofos para resolver el tema. Y que la paga es muy baja.
Over.
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