miércoles, 11 de junio de 2008

Palabritas


I


Lo de los sueños siguió igual. Al levantarme los iba rearmando hasta con el mínimo detalle, buscaba claves en los nombres, en los lugares, en los objetos, ¿te acordás? Era otra forma de jugar, pero yo me lo tomé en serio, si hasta pensé que cuando las claves ya estaban gastadas, “alguien” me las cambiaba por otras, como para que el juego fuera más divertido, viste. De ese “alguien” ni hablar, ya sabés a lo que me refiero.

Pero te contaba que la cosa se puso fuerte. A ver, a los cuatro o cinco meses de haberme mudado a un piso del que más tarde te contaré, un tiempo en el que había juntado algo de dinero y me alcanzaba para vaguear días enteros, me la pasaba tomando mate, leía, fumaba, pero no salía a ningún lado. Una vez me pasé tres días sin salir, te juro, y vos dirás que estaba deprimido, pero nada de eso, yo me lo acuerdo bien, nada triste.

Bueno, lo de los sueños, te juro que había días que al acostarme por las noches, podía recordar el sueño del día anterior, como si no hubiera pasado nada entre medio, o mejor, como si el día fuera una necesidad de descanso para la mente mientras juntaba otra vez imágenes, y así me dormía. No, nunca me pasó de continuarlo, porque eso ya hubiera sido demasiado. Fue en esa época que al levantarme una mañana, abrí los ojos y me salió de la boca: “volví”, sí, esa palabra, pero no en forma de pensamiento, la dije, con la voz, letra por letra. Era eso, yo de los sueños volvía.

Una vez leí que un tipo al levantarse decía “otra vez”, y lo entendí, claro, es como en la peli esa en la que el tipo se levanta siempre a la misma hora, ¿te acordás que la vimos en tu casa? Tu hermana recién empezaba a estudiar filosofía y no sé qué empezó a decir de Platón y de Nietzche, lo del eterno retorno, pero mal, que era una interpretación bien hollywoodense, dijo: “ estos yanquis con lo del mito de la caverna te arman un show de sombras chinescas en Las Vegas”.

En fin, te contaba eso, que yo no dije “otra vez”, yo dije “volví”, y por un momento pensé que iba de la realidad al sueño, y después me di cuenta que el sueño también era realidad, eran como estados, pero para mí muy bien delineados. Vas a la panadería y comprás pan y te dan pan. En el sueño vas a cualquier lado y te dan cualquier cosa. Y entre las dos hay un equilibrio, o a mí me gusta pensar que lo hay, y en aquel momento lo que me andaba faltando justamente era eso, equilibrio.


II


Eso es horrible y una tremenda verdad. Es tan fácil, digo, ser parte del montón, de la mayoría, del grupo social, de la preservación de la especie, del rito embalsamado que ostentan los patrones culturales y sociales. Es tan fácil ir a misa, al club, a los cumpleaños, a los bautismos, los casamientos, a las despedidas de soltero, a las cenas de los jueves, a la fiesta de graduación. Lo que digo no significa una apología al martirio o el autoflagelamiento, no, para nada, hablo de ese espacio reducido al que siempre le queremos escapar por miedo a pensar que somos lo que no queríamos ser, y que la vida es a así, y que hay que sentar cabeza, y todas esa mierdas.



Over.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Y todas esas mierdas, si.

¡Muy bueno!