No sé, siempre me pareció que un hilo cosía las aguafuertes porteñas de Arlt, las anécdotas verbales o escritas de Macedonio y los Cronopios, las Famas, las Esperanzas y las andanzas de ese tal Lucas del gran Julio. Hebra sutil que unía secuencias de un mismo acto literario, urdidos dentro del mismo fondo de cocción. Felices continuidades que no dolían ante semejanzas. Pena que no esconde su peso cuando del hilo ya cortado, Alejandro Dolina intentó hacer uso.
Macedonio Fernández tiene las características del Sócrates platónico, tomando Borges, en este caso, el lugar del ateniense. Nos consta que Macedonio existió, por la heterogénea obra que por estas Pampas, la editorial Corregidor publica en más volúmenes que la obra del propio Borges. Aunque quizás la inconsistencia tenga más que ver con el carácter inclasificable de sus composiciones. Novelas que comienzan, Museos de novelas eternas, y aquel título – apotegma: “No toda es vigilia la de los ojos abiertos."
Probablemente, Borges no se equivocara al adular y enaltecer la conversación con Macedonio antes que la férrea letra escrita, carente de digresiones o remates. A ver, a Macedonio se le atribuye, en una charla con Santiago Davobe, el siguiente comentario: “qué inteligente es este perro. No confunde mi mano con un pedazo de carne. Es un fuerte intelectual, che.”
Agrego una vez más, la famosa carta que le escribiera a su amigo. Se condensa allí su humor. La filosofía se desgrana en sus volúmenes, y otro será el momento para citarla. Una imposible ilusión me imagina (callado, claro está), en una mesa junto a Borges, Macedonio y Xul Solar. Qué resumen ontológico de la fantasía, el saber y el talento.
Querido Jorge Luis:
Iré esta tarde y me quedaré a cenar si hay inconvenientes y estamos con ganas de trabajar. (Advertirás que las ganas de cenar las tengo aún con inconvenientes y sólo falta asegurarme las otras).
Tienes que disculparme no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una vergüenza y me olvido de avergonzarme también.
Estoy preocupado con la carta que ayer concluí y estampillé para vos; como te encontré antes de echarla al buzón tuve el aturdimiento de romperle el sobre y ponértela en el bolsillo: otra carta que por falta de dirección se habrá extraviado. Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me tiene tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia en casa.
Su objeto es explicarle que si anoche vos y Pérez Ruiz en busca de Galíndez no dieron con la calle Coronda, debe ser creo, porque la han puesto presa para concluir con los asaltos que en ella se distribuían de continuo. A un español le robaron hasta la zeta, que tanto la necesitan para pronunciar la ese y aún para toser. Además, los asaltantes que prefieren esa calle por comodidad, quejáronse de que se la mantenía tan oscuro que escaseaba la luz para su trabajo y se veían forzados a asaltar de día, cuando debían descansar y dormir.
De modo que la calle Coronda antes era ésa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es otra; creo que atiende al público de
Es por turnos y éste es el de que yo me calle.
Macedonio Fernández
Pd: Santiago Davobe, si no me equivoco, escribió un cuento en el que se analizaba a la gente de un edificio según el contenido de la basura que sacaban a sus puertas. Uriel Wisnia le dio una vuelta de tuerca a ese cuento. Y estuvo muy bien.
Over.
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