Mercé Rodoreda cometió el error de prologar su novela,
Lo del cuento como “sistema cerrado” o “campo minado” es una definición acertada y corriente. Todo el mundo sabe que un cuento debe atender tanto a la economía como al argumento. Es un error pensar que un cuento tiene un supuesto límite en su extensión, hablando de cantidad de páginas. Esta forma literaria acude a principios bien delimitados, y si me apuran y me fuerzan a resumir la cosa, digo que hablamos de una historia simple, de personajes poco descriptos, con un principio y un final decisivos, y con la determinada misión de que los cabos sueltos sirvan para escalar hacia lo no dicho o callado.
No hablaría de “fácil” o “difícil”, pero sí de la necesidad de tener menos tiempo para decir algo. Puesto así, la poesía es mucho más compleja que una novela, ya que sólo disponemos de un puñado de palabras para establecer una estética, un significado o una forma de la belleza.
Puesto de otro modo: a una cierta distancia, todo el mundo termina acertándole al centro del tablero. Rodoredá parece hacer referencia a la idea de alejar el objetivo cuando el punto está en la cantidad de dardos provistos.
Ya descargada la munición gruesa, sólo agregaré algunas palabras a un magnífico libro que fuera editado en el 2005. Se trata de una antología del cuento brasilero y corresponde a la serie “vereda tropical”.
Parece inverosímil que en Argentina casi se desconozca la producción literaria brasilera. Fuera de los íconos de la bossa nova y algún que otro autor, la popularidad de su literatura no es de ninguna manera la que debería ser. ¿Razones? Sí, el idioma, pero más que ese salvable obstáculo, no es otra que la unidireccional mirada europea que aún hoy se posa en el lector argentino, la más clara responsable de esta ignorancia.
Por suerte, la editorial Corregidor se decidió a dar un impulso al conocimiento de la literatura brasilera.
En el libro de referencia, cuyo contenido promedia el alto nivel, hay tres autores que se destacan:
Murilo Rubião, autor de “El Bloqueo” (O Bloqueio), nos mete de las narices en un ambiente kafkiano atravesado por un Cortázar o un Bioy Casares con ese famoso cuento que sin querer se plagiaron sin saber. Un hombre escondido en un departamento, escucha fuertes ruidos durante la noche, y al intentar salir, se da cuenta que están demoliendo el edificio lentamente. EL portero le dice que es normal y que ya pronto terminará. Oprimido por una inminente decisión, el hombre debe animarse a abrir la puerta para enfrentar a la máquina destructora que viene por él. Sencillamente, estupendo.
También está Silvano Santiago, con un cuento sobre la discriminación y segregación en los Estados Unidos. Justamente Santiago, el autor de En Libertad, novela clave que también pude leer en esta serie.
Por último quiero destacar el cuento “Algo urgentemente”, de João Gilberto Noll, cuyo rostro llegó al mundo en 1946, más precisamente en Porto Alegre. Ya la breve descripción de su persona que acompaña a cada cuento contiene un dato curioso. Copio: “…Luego de algunos vaivenes, finaliza sus estudios de Letras en
El cuento es sobre un niño que vive sólo junto a su padre, hasta que éste último desaparece y el niño llevado a un colegio como pupilo. Un día, el padre vuelve y se lo lleva a Río. Se vuelve a ir para finalmente volver y vivir sus últimos días. El niño ya es un adolescente. Sin demorarse en los avatares del abandono y la paternidad, el cuento traduce en velocidad el frío y desencantado hecho de crecer. Pero hay algo mucho más allá de esta opinión. El autor pone en boca del personaje palabras fulminantes: “No sé qué, pero siento que debo hacer algo urgentemente.” Imponente.
Over.
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