De la irregular Lisboa que sube y baja, como Barcelona o
Mucho más también, pero ahora todo lo cubre Pessoa, cuatro veces Pessoa. Uno esas calles y su andar detenido en las pocas fotos vistas. Tendría que decir mucho más, escribirlo, fijarlo, anularlo. Me salvan estas líneas de Alberto Caeiro:
Cuando, Lidia, venga nuestro otoño
con el invierno que hay en él, reservemos
Un pensamiento, no para la futura
primavera, que es de otros,
ni para el estío, para el que estaremos muertos,
sino para lo que queda de lo que pasa
el amarillo actual que las hojas viven
y las vuelve diferente.
Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que estemos.
donde quiera que vivamos. Todo es ajeno
y no habla nuestra lengua.
Construyamos con nosotros mismos el retiro
donde escondernos, tímidos ante el insulto
del tumulto del mundo
¿Qué quiere el amor más que no ser de los demás?
Como un secreto pronunciado entre misterios,
sea sagrado por nuestro.
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