jueves, 1 de mayo de 2008

La realidad de la ficción, o un título más cursi. Elija


Hay un hombre que está pensando en un cuento. Está frente a la pantalla y no se le ocurre nada. De alguna manera, todas las historias que imagina lo tienen como personaje, pero no tiene ganas de involucrarse en la historia. Busca el paquete de cigarrillos, saca uno y lo fuma de a poco. Cuando lo termina va a la cocina y toma un poco de agua. Cuando vuelve, ve el cigarrillo entero, sin fumar, apoyado sobre el cenicero. Lo mira un poco extrañado. Al rato lo enciende y lo fuma. Comienza a escribir algunas palabras. Las borra. Así otras tres veces más. Ahí es cuando mira el cenicero y ve el cigarrillo otra vez entero. Le entra cierto malhumor. Decide encenderlo otra vez. Mientras fuma se queda mirando el cenicero y se da cuenta de que está lleno de cenizas. Ahí el malhumor se transforma en preocupación. Al terminarlo, retuerce el cigarrillo contra el vidrio azul del cenicero. Se lo queda mirando. De repente sonríe por lo que está haciendo y piensa que ése podría ser un buen comienzo para un cuento. Empieza: “Está cerca de la ventana, tratando de volver al lugar con los ojos, y mientras fuerza el recuerdo, enciende un cigarrillo y lo fuma con placer. Cuando cree recordar algo, lo apaga sobre el cenicero y empieza a caminar por la habitación. Cuando vuelve a la ventana, mira el cenicero y ve que el cigarrillo que acaba de apagar, está entero nuevamente.” Cuando llega a este punto, mira el cenicero y ve que sólo está la colilla marrón, toda doblada y aplastada. Busca el paquete y ve que faltan tres cigarrillos.



Over.

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