Ya, ya, no me cuentes mil veces lo de la chica que coleccionaba rencores ni del suicida que nunca se suicidaba. Otra vez dejamos de estar a la altura de las circunstancias, en esta romería del placer a plazos. Yo te hablo de otra cosa: es en la honda noche, cuando me sube tu ausencia hasta los dientes, cuando dejo que las horas de se quemen, solas. Son esos minutitos que se te meten en la sangre, hasta que el corazón los bombea al cerebro. No puedo dejar de sentir que tu recuerdo me deja el olor que tienen las casas deshabitadas, llenas de cosas inútiles que nadie acomoda.
Al libro de De Quincey todavía lo estoy rumiando, quizás haya elegido quedarme en medio de la traducción, y entender en inglés para no sentir en español. Lo cita a Samuel Johnson, reproduce las palabras del doctor: “No hacemos nada conscientemente por última vez sin tristeza en el corazón”. ¿Te das cuenta por qué no traduzco?
Over.
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